2020: el año que ‘no fue’

Publicado el 21 Dic 2020

El año que no fue

Desde finales de marzo de 2020, cuando se implantó la cuarentena en Colombia como un recurso para reducir los contagios de COVID-19, las redes sociales empezaron a albergar mensajes de las personas que han cumplido años desde entonces, según los cuales su edad no se alteraría porque este año simplemente no contaba. Sin la posibilidad de una celebración normal –de una vida normal–, muchos quisieron –más en broma que en serio, por supuesto– ‘detener el tiempo’ en un momento que la mayoría preferiría olvidar.

Para otros, este 2020 ‘se lo saltaron’. Desde hace ya hace un tiempo se viene diciendo que en términos de Transformación Digital el mundo avanzó en 6 meses lo que habría podido avanzar en 5 u 8 años… como si hubiéramos pasado de 2019 a 2025.

Por exceso o por defecto, aunque haya existido en los almanaques, 2020 está refundido en las emociones de las personas. Y sin embargo será un año difícil de olvidar… sea por las cerca de 45.000 muertes causadas por el nuevo coronavirus con que Colombia cerrará el 31 de diciembre (casi 1,8 millones en el mundo), por el crecimiento acelerado del comercio electrónico en países como el nuestro, en los que avanzaba pero no despegaba en forma; por el alarmante aumento de la incidencia de delitos informáticos, por la masificación del trabajo remoto y el regreso a la educación a distancia, con un significativo salto de la radio y la televisión a Internet, aunque con poca preparación en materia de infraestructura y, sobre todo, de metodologías. ¡Por la carrera contrarreloj para desarrollar una vacuna contra el virus causante de todas estas situaciones!

Para las empresas responsables de proveer la tecnología necesaria para que el mundo siguiera su curso y para las que basan su operación en ella, 2020 tuvo un lado positivo; podría ser irrespetuoso con las personas que han sufrido las consecuencias negativas de la pandemia decir que fue un año bueno… pero tuvo sus cosas buenas. Lo que seguramente nadie esperaba, lo que seguramente nos tomó por sorpresa a todos fue que un problema de salud pública de repercusiones mundiales fuera el responsable de meterle el acelerador al planeta. El COVID-19 se convirtió en el principal impulsor de la Transformación Digital en el mundo.

El año de lo remoto

Uno de los primeros impactos de la pandemia en la población general fue la necesidad de convertir las casas en el centro de operaciones en el que ya no solamente se vive la vida diaria, sino desde el que además se trabaja, se estudia, se realizan prácticamente todas las actividades que no requieren la presencialidad de forma obligatoria.

En este contexto, el término ‘teletrabajo’ empezó a estar en boca de todas las personas, aunque de manera imprecisa, pues el teletrabajo propiamente dicho requiere unas condiciones sobre las que incluso existe legislación. A lo que la mayoría se volcó fue hacia el trabajo remoto, un esquema que, a pesar de la ruptura de paradigmas, también requiere atención por parte de los empleados en términos del tiempo que les dedican a sus labores, muchas veces en detrimento de su vida personal.

Llevar el trabajo a la casa siempre se ha criticado y es una actitud que muchos prefieren evitar. Pero cuando el trabajo está en la casa, que las jornadas laborales se extiendan más allá de límites razonables es una posibilidad ante la que hay que tomar medidas correctivas, en beneficio de la salud física y mental, y de las misma productividad.

Más allá de la transformación de los paradigmas, el trabajo remoto también trajo consigo retos en materia de infraestructura: la cantidad de equipos y su nivel de actualización seguramente no eran suficientes para satisfacer los requerimientos de familias completas trabajando y estudiando desde casa; papá, mamá e hijos han debido compartir, además, un ancho de banda que podría resultar insuficiente para que todos atendieran con audio y video a las conferencias y clases que ahora se realizan a través de Internet. Y cada uno debe hacerlo desde un espacio que no siempre es el adecuado: la sala, el comedor, la mesa de la cocina se convirtieron en estudios improvisados en los que se estudia o trabaja en condiciones ergonómicas inadecuadas.

El año que no fue

Pero si bien una gran parte de la población avanzó en ese tránsito, en el cambio de hábitos dentro de un entorno digital no se puede desconocer que las brechas persisten y que aún no hay datos, información, de las personas desconectadas que seguirán invisibilizadas; este fue un tema que se puso sobre la mesa durante el séptimo Foro de Gobernanza de Internet. Es decir, la estadísticas son un reflejo de una parte de la población, pero no de su totalidad. Quienes no han tenido acceso a Internet, ni siquiera para quejarse, interponer un derecho de petición, una queja o un reclamo seguirán estando fuera de esas estadísticas. Si bien la Transformación Digital se aceleró, las brechas sociales también se profundizaron más.

[su_box title=”Consulte estos contenidos sobre teletrabajo y trabajo remoto en Impacto TIC.” style=”default” box_color=”#097ec0″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″]

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La educación tiene mucho para aprender

La educación también ha tenido que transformarse. El reto, que evidentemente incluye lo tecnológico, ha tenido un capítulo fundamental en lo metodológico. La educación virtual no se reduce a llevar el esquema de las clases presenciales a Internet, sino que implica una transformación en metodologías y procesos.

Educación virtual
Imagen: Tumisu (Pixabay)

Colombia entró en un modelo de ‘educación de emergencia’ al que todavía le falta mucho por evolucionar, en el que de cualquier forma se destacan instituciones que tienen una historia que contar en materia de formación remota, como el caso de la Fundación Universitaria del Área Andina y el Colegio Virtual Siglo XXI, por mencionar algunas.

Si bien es un camino largo por recorrer, la educación hacia la que nos dirigimos tiende, como muchos otros aspectos relacionados con la Transformación Digital, a moverse de lo masivo y estandarizado hacia la personalización. La educación autogestionada se impone cada vez más entre los jóvenes como alternativa a la academia, por lo que esta última tendrá que trabajar en la redefinición de sus procesos. Como lo manifestó Óscar Duarte, director de la Dirección Nacional de Innovación de la Universidad Nacional de Colombia, en el Hangout de Impacto TIC sobre el tema: “El problema no es la educación virtual o no, es el sistema de educación”.

El concepto va incluso más allá. Así lo dejó claro Taddy Blecher, especialista en Educación Exponencial, durante la más reciente versión del SingularityU Summit 2020:

“Cuando pensamos en educación, estamos acostumbrados a hacerlo únicamente en términos de intelecto. Pero una persona no es solo intelecto, es sentimientos, sentidos, cuerpo, mente… Si quieren hacer cambios de verdad, y no pequeños o marginales, tenemos que mejorar en cómo se desarrollan las personas”.

[su_box title=”Así ha sido la evolución de la educación durante la pandemia, vista desde los contenidos de Impacto TIC” style=”default” box_color=”#097ec0″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″]

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La tecnología, al rescate de las empresas

En el mundo empresarial, la tecnología ha jugado un papel fundamental para la sobrevivencia de las empresas y para el éxito de los procesos de recuperación de la economía. Lo importante en este caso ha sido darse cuenta de que no todas las tecnologías les sirven por igual a todas las empresas, y que no se trata de ‘modas’, sino de herramientas indispensables para la continuidad de los negocios.

Aunque los costos siguen siendo un tema de debate, el concepto expresado en el párrafo anterior se extiende a este campo. Inteligencia Artificial, Analítica, Automatización de Procesos, Big Data, Blockchain, Internet de las Cosas y otras tecnologías tienen diferentes niveles de desarrollo que pueden ajustarse a las necesidades de empresas de diferentes tamaños y presupuestos. Los robots no tiene que ser grandes estructuras mecánicas dispuestas en extensas líneas de ensamblaje, sino que pueden ser piezas de software que apoyen los procesos de ventas o servicio al cliente en una empresa de menor tamaño.

Las visiones más optimistas se orientan a pensar que el costo no debe ser un obstáculo para la adopción de tecnologías. “Hoy, una persona o empresa en cualquier parte de Colombia tiene acceso al mismo costo de procesamiento que puede tener alguien en Estados Unidos o en Europa. Entonces, la capacidad de tener acceso a la tecnología se ha equiparado y se ha democratizado definitivamente a nivel mundial, y en Colombia nos estamos beneficiando por eso“, afirmó Patricio Espinosa, gerente general de IBM Colombia, en una entrevista con Impacto TIC sobre los retos de la Cuarta Revolución Industrial.

Lo cierto es que las tecnologías sirven igual en la industria automotriz, el agro, la salud, el entretenimiento, el retail, o a los independientes que venden sus productos y servicios a través de las redes sociales o de WhatsApp. Pueden ser tan simples como una plataforma de correo electrónico o tan complejas como una infraestructura en la nube o una plataforma de Inteligencia Artificial.

Juan Pablo Villegas, gerente de Citrix en Colombia, le dijo a Impacto TIC en una entrevista previa: “Una de las grandes enseñanzas es que si esta pandemia se hubiera presentado hace 20 años, la foto habría sido catastrófica. Hoy nos sorprendió con conectividad, Internet, un ancho de banda decente, aplicaciones múltiples que le permiten a la gente colaborar en cada una de las industrias, y hemos sobrevivido. La tecnología, sin duda, para mí es el gran ganador –si se puede decir de esa forma en una situación tan compleja–, es el gran habilitador para entender lo que se puede hacer, más allá de que la gente antes la veía solamente como el correo, el computador, las herramientas de ofimática y el celular”.

«Algunas [organizaciones] debieron repensarse por completo y otras sencillamente debieron flexibilizarse solo un poco. Nadie se esperaba una situación como esta, por ello es fundamental que las empresas estén siempre preparadas y comprendan la importancia de la digitalización, la transformación digital como cambio cultural y de contar con planes y estrategias de telecomunicaciones y tecnología que les permitan estar preparadas para enfrentar retos como este».

Jairo Guzmán, director de Mercadeo de Internexa.

[su_box title=”El cambio de cultura, apoyado en las herramientas tecnológicas, es el mejor aliado de las empresas” style=”default” box_color=”#097ec0″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″]

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Ciencia, la antigua relegada que reclamó protagonismo

Hablar de un año marcado por el COVID-19 sin hacer referencia a la ciencia sería una omisión mayor. Pero más allá de destacar los esfuerzos de la comunidad mundial en el manejo de la pandemia y de la carrera contra contrarreloj para obtener una vacuna, las lecciones más importantes que deja 2020 para Colombia en materia de ciencia se resumen en los aprendizajes para el sector en el país. Aprendizajes que hemos debido tener hace muchos años, pero que ante la gravedad de la crisis finalmente se tomaron más en serio.

Entre el listado de 10 que realizó Impacto TIC destacamos estos 3, como parte de nuestro análisis de cierre de año, pero los invitamos a ver el contenido completo en este #TopDeImpacto:

  • No seguir dependiendo de otros países: Colombia no puede tener un alto grado de dependencia de otros países, ni en insumos ni en materias primas. Esto también incluye la industria farmacéutica y clínica. Tal vez el ejemplo más claro de lo que se puede lograr es el caso de los ventiladores mecánicos. Son costosos y a causa de la pandemia se convirtieron en un elemento indispensable para el tratamiento de pacientes; Colombia compró algunos de ellos en el exterior. Pero mientras estas decisiones políticas se daban, se generó un trabajo colaborativo entre empresa, academia e incluso la industria militar. El resultado: 2 opciones locales para producir y fabricar ventiladores mecánicos de bajo costo (InnspiraMED y Universidad de La Sabana). Sí se puede.
  • Gobierno, medios y sociedad deben dar la prioridad que la ciencia merece: Un cambio de dinámica evidente durante la pandemia fue el acudir a científicos. Buscar esas voces que saben de temas muy específicos, para entenderlos y tomar decisiones basadas en ese conocimiento. Los equipos de trabajo se asesoraron de científicos, al Congreso también los invitaron, los entrevistaron (en radio, televisión, medios impresos y digitales, y otras iniciativas), se crearon talleres con ellos como conferencistas principales, se volvieron populares en redes sociales y se fortaleció la frase que dice que no hay que creer en los políticos, hay que creer en los científicos. Esa conciencia que se logró generar no se puede perder, hay que capitalizarla y potenciarla.
    (No sobra decir que en Impacto TIC, en cuya sigla está la Ciencia al lado de la Tecnología y la Innovación, tenemos el firme compromiso de avanzar en el cubrimiento de los avances y los desafíos en este campo en el país).
2020 ciencia resumen
  • Articulación y capacidad de reacción: Desde que se asomaba la llegada del virus a Colombia, las universidades ofrecieron su apoyo, pero faltó coordinación y se demoró la acción. Es bien sabido que el mundo avanza rápido y que los gobiernos no siempre van a la misma velocidad a la que van las sociedades, pero en medio de una pandemia el avance era aún mayor y la acción de aparato gubernamental se vio aún más retrasada. En parte, porque quedó en evidencia que no había información suficiente para tomar acciones. La falta de coordinación incide directamente en cualquier tipo de estudio que se pretenda realizar o acción que se quiera tomar.

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Salud: la lección no ha quedado bien aprendida aún

El mundo no estaba preparado para una pandemia de las características de la que provocó el Sars-Cov-2, el virus causante del COVID-19. Los antecedentes más cercanos de una pandemia se remontan a 2009, cuando el H1N1 tuvo como consecuencia la muerte de 200.000 personas en el mundo, una cifra que el nuevo coronavirus no está lejos de multiplicar por 8, sin que la pandemia haya terminado y con nuevas cepas del virus atacando países de Europa.

No hay registros cercanos de que decenas de países del mundo declararan cuarentenas (simultáneas) para proteger a sus habitantes ni de un impacto sobre la economía tan grande como el del COVID-19. “En la edición de junio de Perspectivas de la Economía Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó que esta se contraerá 4,9 % en 2020, es decir, 1,9 puntos porcentuales más que el pronóstico de la edición de abril de 2020 (3,0 %). La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto más negativo que lo previsto en la actividad en el primer semestre de 2020 y la recuperación será, según las proyecciones, más gradual de lo que se había pronosticado. Por tanto, se espera que esta sea la peor recesión desde la Gran Depresión, cuando la economía mundial se redujo aproximadamente un 10 %, y superando la contracción registrada en la crisis financiera internacional (0,1 % en 2009). Para 2021, el FMI proyecta que la economía mundial repunte 5,4 %“, señala un informe de Procolombia, de julio de 2020.

La discusión entre preservar la salud y evitar el colapso de la economía –que para algunos ni siquiera debió darse– generó un debate que polarizó las posiciones de uno y otro bando. Eso sin contar con las teorías que surgieron con respecto al hecho de que el virus era un invento para que las grandes potencias tomaran el control del mundo… como si no lo tuvieran ya.

Hoy, 9 meses después de instaurada la cuarentena en Colombia, países de Europa como Alemania, Francia y España han tenido que reactivar las medidas de aislamiento debido a nuevos picos en las tasas de contagio; otros, como Reino Unido, reportan la aparición de una nueva variante del virus a la que se le atribuye una rápida –nueva– expansión de la enfermedad.

En Colombia, las opiniones todavía se debaten entre quienes piensan que las medidas de aislamiento se tomaron tarde, quienes las consideraron muy tempranas y aquellos para los que el gobierno ha obrado de manera ejemplar. A la luz de las frías estadísticas, al 30 de diciembre de 2020, el país ocupaba la posición 10 entre los países con más casos confirmados en el mundo, con 1.626.,461, en la posición 12 de muertes, con 42,909 muertes confirmadas, y en la posición 27 en muertes por millón de habitantes, 839 (tal vez la estadística más relevante de todas estas), según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud. El 21 de diciembre pasado, en ciudades como Bogotá se instauraron de nuevo las medidas como el pico y cédula, ante las protestas de personas que parecen no entender que en los últimos días batimos récords de contagios.

La cifra de contagios se ve lejana de los más de 20 millones del país con más casos reportados –Estados Unidos–, donde las muertes ya rondan los 350.000; pero dada la diferencia de población entre los 2 países, una cifra realmente comparable sería la de muertes por millón de habitantes: 1.057 en Estados Unidos y 839 en Colombia (también a 30 de diciembre). Allí no estamos tan lejos como quisiéramos.

Lamentablemente, las fiestas clandestinas, las agresiones a las autoridades (o a los civiles) que reclaman el cumplimiento de las normas y el reclamo por el respeto a los derechos individuales por encima del bienestar colectivo son factores que atentan contra el éxito de cualquier estrategia para enfrentar el virus. En Colombia –y en otros países– salir de rumba parece tener prioridad frente a preservar la vida.

Eso, sin contar con que de parte del gobierno nacional y de los locales también se han promovido situaciones cuyos resultados son difíciles de cuantificar con precisión en términos de su influencia en la propagación del virus, pero que sientan precedentes adversos y contradictorios por parte de las instituciones que deberían estar más interesadas en proteger la salud de los colombianos. ¿Casos concretos? Las aglomeraciones que se formaron durante el primer día sin IVA realizado en el país, y durante la inauguración del alumbrado navideño en Bogotá.

Hoy, la pandemia no ha terminado y las lecciones que debería dejarnos en materia de salud pública no se han aprendido. Los tapabocas puestos a medias o sin poner, las filas en supermercados ajenas a las normas de distanciamiento social, en esencia, el bien común sobre el individual.

En una entrevista con Impacto TIC sobre salud mental, el subgerente científico de Remy IPS, Eduardo Correa, resumió el pensamiento que refleja la conducta que muchos conciudadanos: “Si yo soy asintomático y seguramente no me va a pasar nada a mí, ¿por qué tengo que ‘sacrificarme’ por los otros? Y eso tiene que ver mucho con el desarrollo social y cultural que estamos teniendo. Ser gregario, lamentablemente, no es tan inherente al ser humano ahora. Ojalá uno tuviera un instinto gregario mucho más afianzado, pero ese casi que es un logro al cual no todo el mundo accede”.

Y la pandemia no finalizará con el año. Y a pesar del advenimiento temprano de la vacuna, su aplicación en Colombia todavía está meses en el futuro. Para algunos, 2020 es el año que no fue, que es mejor olvidar o que nos saltamos. Pero las consecuencias de lo que sucedió en los últimos 9 meses sí son y seguirán siendo…

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Jaime Ernesto Dueñas Montaño

Periodista con énfasis en temas de tecnología, y con más de 25 años de experiencia en medios como El Tiempo, Pulzo y Enter.co. Colaborador en publicaciones de ciencia y tecnología.

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