En tiempos en los que la transformación digital se proclama más de lo que se concreta, Ágata, la Agencia Analítica de Datos, nació en 2020 con la ambición de convertir a Bogotá en una ciudad más eficiente y predictiva, mientras ofrecía servicios al sector privado para diversificar ingresos. Pero esa promesa se topó con la rigidez del sector público, la presión de competir con gigantes del mercado y un modelo de negocio que, en definitiva, no dio los resultados previstos.
Según el informe financiero del primer trimestre de 2025 de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB), principal accionista de la agencia, Ágata registró pérdidas cercanas a los $1.100 millones en ese periodo, que se suman a la secuencia de resultados negativos obtenidos en ejercicios anteriores.
Ese pobre desempeño le ha valido numerosos detractores. Concejales de distintos partidos han lanzado críticas desde 2023 por la falta de resultados concretos en áreas como seguridad y movilidad, pese a una inversión cercana a $36.000 millones.
Hace unos meses, el concejal Daniel Briseño, del Centro Democrático, la incluyó en una lista de entidades locales que propuso liquidar. Y Sergio Martínez, exdirector de la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC), la define como una oportunidad perdida para la articulación del ecosistema digital de la ciudad.
Uno de los grandes problemas de Ágata es que se concibió con un modelo híbrido: con espíritu de startup pero bajo la lógica pública. Mientras los emprendimientos tecnológicos saben que pasarán varios años antes de recibir utilidades, es difícil justificar que una empresa público-privada financiada con recursos públicos no llegue de forma inmediata al punto de equilibrio.
Con un plan de negocio que apostaba por vender servicios tanto al sector público como al privado, ninguno se logró consolidar. En el segmento B2B, la competencia es feroz, con grandes firmas como McKinsey, PwC, KPMG o Deloitte que dominan el mercado con estructuras de centros globales de servicio, economías de escala y una capacidad técnica inalcanzable para una entidad local de apenas 80 personas en su mejor momento, y que hoy con los ajustes son 30.
En cuanto a su brazo estatal, contrario a lo que podría suponerse, el hecho de que Ágata sea una agencia pública no le garantiza una base estable de clientes dentro del gobierno local. Las entidades no están obligadas a contratar sus servicios; y muchas veces priorizan otros gastos más tangibles o políticamente visibles, como comedores comunitarios o intervenciones viales, por encima de licencias tecnológicas que incorporan costos de mantenimiento.
Además, los proyectos de analítica de datos implican compromisos técnicos y presupuestales que exigen voluntad política sostenida, algo difícil en un contexto como el que vivimos.
La falta de una conciencia estratégica sobre Transformación Digital en varias dependencias también impactó a un modelo de negocio que dependía, casi exclusivamente, de salir a vender soluciones una por una.
Con largos ciclos de venta y escasa escalabilidad de los productos por ser hechos a la medida, Ágata terminó vendiendo poco, caro y con alta dependencia de proveedores. Esto llevó a que la empresa no pudiera convertirse en un actor relevante ni en lo público ni en lo privado, pues su modelo de negocio nunca terminó de despegar.
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El nuevo rumbo
Luego de contemplar la liquidación de la Agencia Analítica de Datos, se llegó a la conclusión de que, incluso si eso ocurriera, sería necesario crear desde cero otra filial con características similares, tanto para cubrir las necesidades del Distrito en esta materia como para respaldar la apuesta del recién llegado a la presidencia de la ETB, Diego Molano Vega, y el alcalde Carlos Fernando Galán, de recuperar a la desahuciada telco. Por eso, la reflexión fue: ¿para qué fundar una empresa nueva si se puede transformar la que ya existe?
Para liderar esta nueva etapa asumió la gerencia general de Ágata Santiago Amador, experto en innovación pública y desarrollo de políticas digitales, quien hace dos semanas presentó ante la junta directiva un nuevo plan de negocios que apuesta por una reformulación total, el cual tuvo el visto bueno de los miembros.
A partir de ahora, la agencia amplía su objeto y se redefine como un actor público en tres frentes estratégicos: Analítica de Datos, Inteligencia Artificial y Transformación Digital. La idea, según Santiago Amador, es convertirlos en capacidades concretas al servicio de la interoperabilidad, la toma de decisiones y la eficiencia en la gestión pública.
En este nuevo rumbo, la Junta directiva decidió que Ágata debe concentrarse primordialmente en el modelo G2G (en español, Gobierno a Gobierno), donde el Estado desarrolla e implementa soluciones tecnológicas para otras entidades públicas. Es ahí donde la empresa aspira a ocupar un rol estratégico como facilitador de soluciones digitales.
“Ya no nos enfocamos solo en las 73 entidades de Bogotá. Ahora tenemos una estrategia comercial para llegar a 2.114 entidades de todo el país. Municipios, gobernaciones, entidades nacionales y secretarías de ciudades, son nuestros futuros clientes”, explicó Amador.
El foco en lo público no implica abandonar al sector privado, sino más bien acotarlo. La estrategia se centra en la comercialización de datos agregados (nunca personales) que puedan aportar valor estratégico a empresas, como información sobre niveles de ingreso, movilidad, clima o condiciones de salud pública. Un caso concreto es el interés de algunas EPS en acceder a datos sobre lluvias, niveles de contaminación e incidencia de enfermedades respiratorias.
Además, en alianza con Catastro, Ágata podrá disponibilizar datos que ya son requeridos por ciudadanos y constructoras. Se trata de un mercado en crecimiento, en el que incluso han surgido startups que explotan este tipo de información para evaluar predios y usos del suelo.
Tres pilares estratégicos y la IA
El nuevo rumbo de la GovTech se estructura sobre tres pilares estratégicos: ser orquestador, consultor y solucionador del ecosistema digital público.
Orquestador: en palabras de su nuevo gerente, Ágata busca convertirse en el “taller de confianza” del Estado, que articula soluciones del mercado sin sobredimensionarlas y garantiza eficiencia en el gasto público.
También habilitando compras públicas para la innovación, una figura jurídica subutilizada que permite al Estado asociarse con startups o grupos de innovación para desarrollar soluciones que aún no están del todo definidas. “La licitación tradicional permite comprar tecnología, pero no innovar. Nosotros sí podríamos hacerlo”, subraya el ejecutivo.
A esto se suma una apuesta por la continuidad institucional: que la Transformación Digital no dependa del funcionario de turno. La agencia propone acompañar a las entidades públicas en su evolución tecnológica, más allá de los ciclos políticos, y actuar además como agregador de demanda, un rol clave para escalar soluciones que de otro modo quedarían fragmentadas.
Consultor: su propuesta es ayudar a implementar lo que ya está definido en lineamientos TIC, desde gobernanza de datos hasta el cumplimiento del CONPES de IA, pasando por diagnósticos de madurez tecnológica en entidades de todo el país.
Solucionador: Ágata adopta el modelo Govstack, con “bloques de construcción” estandarizados (cómo botones de pago, formularios, visores GPS) para digitalizar trámites de forma modular, eficiente, escalable y financieramente viable.
En lugar de desarrollar cada solución desde cero, la agencia ensamblará bloques reutilizables, lo que Santiago Amador describe como “armar un Lego”. Un modelo promovido por el Banco Mundial y la ITU (Unión Internacional de Telecomunicaciones), y probado en India y Estonia, que podría resolver la fragmentación actual del ecosistema digital colombiano.
Tal vez el punto más ambicioso del rediseño está en lo que respecta a la Inteligencia Artificial.
La nueva Ágata quiere liderar el desarrollo de agentes IA (que se incluyen en los “bloques de construcción”) diseñados específicamente para entidades públicas, no como chatbots genéricos, sino como soluciones especializadas que automatizan tareas críticas, procesan grandes volúmenes de información y facilitan la toma de decisiones.
La empresa ya identificó 45 tipos de agentes relevantes (como clasificadores automáticos de derechos de petición o asistentes jurídicos que analizan jurisprudencia) que desarrollará como productos empaquetados, reutilizables y escalables. La meta, según Amador, es convertir a Ágata en el mayor desarrollador de agentes IA para lo público en la región.
Los productos se incorporarán a la oferta de tres formas: desarrollo propio, co-creado (en sociedad), o de terceros con alianzas.
Estrategia financiera
Para la recuperación de la empresa, se definió una estrategia financiera en tres escenarios progresivos: primero, estabilizar sus finanzas con productos estandarizados ya desarrollados; luego, crear nuevas soluciones reutilizables, y finalmente, consolidar el modelo y buscar inversión externa con actores como el IFC o el Banco Mundial.
Para optimizar el capital de trabajo, se utilizarán desarrollos existentes (propios o de terceros), firmarán alianzas con privados que asumen el riesgo del desarrollo y solo destinará su equipo al desarrollo de productos escalables. Además, pondrá en marcha una red de ventas por comisión para expandirse en todo el país sin aumentar su estructura de costos.
Fundada en la alcaldía de Claudia López, con la ETB, el Grupo de Energía de Bogotá, la Unidad Administrativa de Catastro, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y la Secretaría Distrital de Planeación como socios, la misión de generar valor a partir de los datos se incumplió. ¿El nuevo rumbo será suficiente para evitar una segunda frustración? Difícil saberlo.
Lo cierto es que ahora abarca un espectro más amplio en el que tendrá que tratar con muchas entidades públicas que tienen escasa capacidad técnica y presupuestos limitados. Pero, a diferencia de su estrategia anterior, la de hoy parece más realista y austera.