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El Tecnofeudalismo: Poder, economía y tecnología en la Era Digital



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Desde hace años, diferentes analistas han estado hablando del fin del capitalismo y hasta el momento, todos han fallado en sus predicciones. Desde ideologías de izquierda hasta modelos de centro. Sin embargo, existe un nuevo enfoque: el Tecnofeudalismo. ¿En qué consiste, cuál es su relación con la tecnología y cuáles son sus características?

Publicado el 2 de nov de 2023



tecnofeudalismo gafas VR

Este término, Tecnofeudalismo, se ha vuelto popular recientemente gracias al éxito literario ‘Technofeudalism: What Killed Capitalism’, una obra del ex ministro de economía griego Yanis Varoufakis, publicada recientemente y que ha sido calificada por la crítica como uno de los mejores textos de economía y tecnología del año.

Gráfico: Amazon.

Pero Varoufakis no está solo, el Tecnofeudalismo o neofeudalismo es el resultado de varias dinámicas empresariales y sociales que incluyen la ‘economía de plataformas’, el ‘capitalismo de vigilancia’, el auge y explotación de ‘activos intangibles’, entre otras tendencias, tratadas por economistas y académicos para tratar de entender el comportamiento actual del mercado. Este documento tiene como objetivo entender un poco de estos fenómenos y cómo afectan nuestro día a día, pero partamos por lo básico: ¿qué es el Tecnofeudalismo?

Definición del Tecnofeudalismo

Imagine ir a otra ciudad, alquilar un vehículo, parquear en un estacionamiento, hacer algunas compras, ir al cine, tomar unas copas. Ahora supongamos que todos los locales por los que pasó son propiedad de la misma persona y que los administradores de cada negocio le pagan a él.

Supongamos que el nombre de esta persona se llama Jeff, Elon o tal vez Mark. Ahora imagine que todos los negocios no operan en el mundo físico sino en el digital, en una construcción tecnológica llamada la nube. Ahora ya puede entender hacia dónde vamos.

En este mundo, estos grandes “terratenientes” digitales no generan capital, cobran renta, al igual que los señores feudales de la Edad Media. En esencia, la premisa de Varoufakis es que el capitalismo ya fue reemplazado por algo peor llamado Tecnofeudalismo.

Antecedentes y Contexto

Según el diccionario de Oxford, el feudalismo es un “sistema social que existió durante la Edad Media en Europa, en el que la gente recibía tierras y protección de un noble, y a cambio tenía que trabajar y luchar para él”.

Gráfico: Educaplay.

El núcleo en el que se basa este sistema le da su nombre, el feudo, que a su vez significa dos cosas: un contrato por el cual los reyes y los grandes señores concedían tierras, obligando a quien las recibía a guardar fidelidad e incluso luchar por ellos, y también significa la misma tierra, un territorio físico en el que se asentaba el vasallo.

Es difícil encontrar algo parecido en el siglo XXI y en el mundo físico, sin embargo, la nube es otra cosa. El Tecnofeudalismo habla de una privatización de la nube encabezada por unos magnates que Varoufakis bautiza como Cloudalists, una mezcla entre los términos Capitalista y Cloud.

Estos grandes capitalistas lograron consolidar unas grandes nubes, llámese Amazon, Facebook, Twitter, Microsoft, Google, etc., en las que, al igual que los feudos, se ofrece a los usuarios espacios donde alojarse, y donde estos muchas veces, de forma inconsciente, trabajan sin cobrar para las grandes plataformas, ayudando a entrenar algoritmos de Inteligencia Artificial, proporcionando datos personales sin remuneración y ayudando a expandir estas nubes.

Tecnología y Concentración de Poder

Uno de los elementos característicos del Tecnofeudalismo es la concentración de poder, pero no solo se debió a una monopolización de las plataformas tecnológicas, también se presentaron otros fenómenos que ayudaron a su creación, como sucedió con el papel de la banca y las bolsas de valores.

En la reciente pandemia, al igual que sucedió con la crisis inmobiliaria de 2008, cuando la banca internacional sucumbió presa de una ambición desmedida y unas instituciones financieras complacientes, el papel de los gobiernos se limitó, en muchos escenarios, a imprimir más dinero y girar créditos con tasas muy favorables para que las empresas puedan seguir operando.

Gráfico: The Wall Street Journal.

Pero estos préstamos, más que ayudar a la gran mayoría de las empresas (pequeñas y medianas), fueron aprovechados por las grandes tecnológicas que usaron los beneficios regulatorios para comprar sus mismas acciones. Como resultado de esto, aunque muchos negocios fueron destruidos en la pandemia, el precio de las acciones de las grandes tecnológicas subieron en la bolsa de valores.

La Influencia de las Empresas Tecnológicas

Como vemos, la combinación entre la banca y las bolsas de valores ayudaron a consolidar grandes empresas, que en el caso de los Cloudlist, implican un poder nunca antes visto. Tradicionalmente, en el mercado físico, si una empresa peleaba con un distribuidor o el dueño del local, podía negociar, buscar alternativas, etc. Actualmente, si una empresa pelea con Google y su algoritmo de búsqueda, es como si desapareciera del planeta.

Según Varoufakis, cuando una persona entra en una plataforma en la nube como Amazon o Facebook, en ese momento deja de estar en el capitalismo y entra a un feudo digital. Por ello, estos feudos tienen sus propias reglas dictadas por los términos de uso y que distan mucho de ser igualitarias.

Pero más allá del poder dentro de los feudos, las grandes empresas tecnológicas o Big Tech han expandido su influencia en el mundo físico en términos regulatorios. Como ejemplo de esta prioridad, basta conocer los cientos y millones de dólares destinados al Lobby gubernamental.

Gráfico: Social Europe.

Según Eric Schmidt y Jared Cohen, en su libro ‘The New Digital Age: Remodelar el futuro de las personas, las naciones y las empresas’, la tecnología digital descentraliza el poder de los estados y las instituciones y lo transfiere a los individuos. Y es que el dinero generado por las Big Tech es tanto que, en opinión de algunos analistas, ni siquiera sorprenden ya las cifras.

El Rol de las Plataformas Digitales

El Tecnofeudalismo no nació en el vacío e incluso algunos lo mencionan de otra forma como Neofeudalismo, y hay aquellos que prefieren referirse como parte de otro fenómeno llamado ‘capitalismo de plataformas’.

El académico canadiense Nick Srnicek hizo famoso este término con su libro de 2016 ‘Platform Capitalism’, un texto en el que describe a las plataformas tecnológicas (Facebook, Google, Apple, Amazon) como un nuevo tipo de empresa que gestiona una infraestructura informática y que intermedia entre diferentes grupos de usuarios determinando sus diferentes interacciones.

Gráfico: Amazon.

Estos habitantes de las plataformas podrían ser clientes, anunciantes, proveedores de servicios, productores, entre otros actores. Además, Srnicek presenta 5 tipos de plataformas como son las publicitarias, en la nube, industriales, de productos y unas llamadas lean platforms. Estas últimas dependen de la subcontratación de terceros (Uber, Airbnb). Otra característica de algunas de estas plataformas es que no venden la producción de un objeto sino la conexión entre este y los otros integrantes de la red.

Monopolios tecnológicos y activos intangibles

Aunque el libro de Varoufakis tiene actualmente los reflectores de la prensa, el Tecnofeudalismo ya ha sido expuesto antes en trabajos académicos, como el economista Cédric Durand, profesor en la Universidad París y autor del libro ‘Tecnofeudalismo: crítica de la economía digital’.

En su obra se trata de las consecuencias de los activos digitales, la materia prima de las plataformas que involucran desde aplicaciones y algoritmos hasta datos personales y su apropiación por los dueños de las plataformas: “Mientras que el endurecimiento de los derechos de propiedad intelectual restringe en su beneficio el uso de conocimientos, la industrialización de los procesos informáticos alimenta lógicas rentistas de una potencia inédita, augurando una nueva era de los monopolios”.

Gráfico: Amazon.

Una de las ironías en esta historia es que tradicionalmente la tecnología ha sido vista como una herramienta de progreso para todos, que permita democratizar la educación y recursos digitales que a su vez mejoren la calidad de vida, pero lo que ha pasado es que estos activos digitales han ayudado a formar entidades con comportamientos monopolísticos que cada día acumulan más poder.

Así, Durand considera que las plataformas tecnológicas de la actualidad deben considerarse actualmente como infraestructuras de la misma envergadura que los proveedores de electricidad, ferrocarriles o telecomunicaciones. Hablamos de entidades que han crecido a partir de otro concepto famoso: el capitalismo de la vigilancia.

El capitalismo de la vigilancia

¿Recuerda la última vez que Netflix le recomendó unas películas que efectivamente le gustaron? Ya no es una sorpresa, el sistema de recomendación de esta plataforma de vídeo es un caso de éxito empresarial, ¿pero alguna vez se ha sentado a pensar realmente cómo funciona?

Más allá de lo técnico, los usuarios inicialmente usan un buscador para explorar títulos de su interés (películas, videos), y al mismo tiempo, la plataforma empoderada por la Inteligencia Artificial (Machine Learning) aprende de los usuarios. Y se llega a un punto en el que ni siquiera hay que buscar, el algoritmo ya bombardea al usuario con títulos y ofertas. Es como pasa con Google y como dicen: “antiguamente uno buscaba a Google, ahora Google te busca a ti”.

Esta es la esencia del capitalismo de la vigilancia, un término creado por John Bellamy Foster y Robert W. McChesney en 2014, pero que cobraría fama 5 años después gracias al libro ‘The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power’ de Shoshana Zuboff.

Según el diccionario de Cambridge, el Capitalismo de la vigilancia es “un sistema económico en el que el producto a la venta son datos personales recogidos en Internet, especialmente de motores de búsqueda y plataformas de medios sociales”.

Estos datos son usados para construir algoritmos capaces de predecir el comportamiento de los usuarios, que a su vez son vendidos a otras entidades para que puedan construir otros productos. Es decir, se vende la intimidad de los sujetos para crear productos que los insten a consumir conformando un ciclo de comportamiento.

Gráfico: Tamara Silva LMD.

Algunos analistas usan un ejemplo al respecto, comparando la relación de Google con los internautas con la de los médicos y los pacientes. Estos últimos entregan información personal a los médicos para que estos puedan ayudarlos, pero esta información es privada y no compartida con otras entidades. Con Google sucede lo contrario, se entrega información personal pero esta es explotada comercialmente para entregarla a terceros.

Tecnofeudalismo a Nivel Global

La digitalización borró muchas fronteras, agrupó comunidades basadas en sus gustos sin limitaciones espaciales ni horarias, pero aunque el consumo sea global, las grandes plataformas sí presentan una concentración geográfica, con el liderazgo de dos grandes naciones: Estados Unidos y China.

Gráfico: Forbes.

Para ser más específicos, de las 2,000 empresas más grandes del mundo, 169 corresponden al sector tecnológico, mezclando desde desarrolladores de software y hardware hasta empresas de servicios.

Sin embargo, al hablar de las grandes protagonistas en la economía de plataformas, el número es más limitado, sobresaliendo empresas como Meta, Google, Amazon, Microsoft y Apple en Estados Unidos, y Tencent y Alibaba en China, por mencionar las más grandes. Empresas que han logrado una de las principales características del feudalismo, y es que el cliente/usuario sea al mismo tiempo un trabajador (sin paga) al servicio de las plataformas.

Alternativas y Soluciones

Con el crecimiento y la acumulación de poder de las plataformas, es difícil ofrecer construcciones a la altura de los retos. Para comenzar, hablamos de empresas transnacionales y, por lo tanto, cualquier medida que busque regularlas debe partir de un esfuerzo trasnacional.

Al respecto, ideas como la de un impuesto global como el sugerido por Thomas Piketty puede ser relevante. Sin embargo, es complicado creer que, dada la diversidad política y económica de los países, logren ponerse de acuerdo.

Otra sugerencia es la nacionalización parcial de las grandes empresas de la nube, lo que permitiría someterlas a regulaciones locales y, por lo tanto, respetar los derechos de los individuos y las pequeñas empresas. Sin embargo, las entidades gubernamentales no suelen destacarse por su administración de fondos privados.

Otra alternativa más radical y, por lo tanto, menos probable, y muy seguramente peor que la enfermedad, es fragmentar las empresas en nodos más pequeños que les resten poder. No obstante, es lógico pensar que estos nodos crezcan a su vez y se conviertan con el paso del tiempo en gigantes. Además, la cuestión no es pelear con la tecnología y las empresas que las representan. En otras palabras, lo único claro es que el Tecnofeudalismo es un fenómeno global y requiere soluciones de la misma envergadura.

Conclusión

Llegados a este punto, tras analizar los patrones de mercado que han llegado a formar pequeños ‘reinos’ digitales, con compañías más valiosas que el presupuesto nacional de decenas de países, es lógico pensar que este regreso al feudalismo es algo inevitable. Sin embargo, ¿qué pasaría si le dijera que algunos analistas creen que el Tecnofeudalismo como tal no existe y simplemente se trata de capitalismo puro y duro?

Uno de los principales argumentos tras esta negación del Tecnofeudalismo es que muchas de las acciones de las ‘Cloudalists’ están en manos de grandes grupos de inversión y, más palpable aún, que estos fondos de inversión son también dueños de un número cada vez mayor de “Data Centers“.

Pero claro, es una cuestión de perspectiva, el Tecnofeudalismo es defendido por otros sectores de académicos como una degradación del capitalismo que ha llevado hacia una concentración de capital tal que va en contra de su misma naturaleza: la del libre mercado. Y que esta nueva élite de empresarios ha llegado a ejercer un poder tal, más allá del económico que está desplazando a la élite tradicional.

Entonces, la pregunta final está en sus manos: ¿usted qué opina? ¿Cree que vive en un feudo digital?

Imagen de Freepik

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