La carrera por la vacuna del COVID-19 tiene en ascuas a millones de personas en el mundo, es tal vez uno de los desarrollos más anhelados. Pero así también ha sucedido con otros casos, en diferentes áreas de la salud. Un dispositivo, una terapia, un método, una investigación que arroja respuestas se convierten en casos decisivos para pacientes 1 en 1 millón, o para millones de personas afectadas por una enfermedad, como ha sucedido en 2020.
Sin embargo, estamos habituados a observar desde la baranda cómo los desarrollos suceden en otras partes del mundo. Estamos a la espera de la vacuna rusa, o la inglesa, o cualquier otra. ¿Y qué pasa con Colombia? Investigadores colombianos han trabajado en diferentes etapas, o están vinculados a diferentes grupos de investigación en el país o en alguna otra parte del mundo. Un ejemplo es la investigación de plasma para estudio de tratamiento contra el COVID-19, que adelantó el Instituto Distrital de Ciencia Biotecnología e Innovación en Salud (IDCBIS), y este es solo un de varios casos.
De hecho, el Ministerio de Ciencia y Tecnología puso en marcha la Mincienciatón, una convocatoria a través de la cual se pusieron a disposición 26.000 millones de pesos para que diferentes universidades trabajen para hacer aportes científicos y tecnológicos a la batalla mundial contra el COVID-19.
En otros momentos de la historia, y para diferentes temas de salud, Colombia ha tenido aportes que han cambiado la vida de personas, no solo en el país, sino alrededor del mundo. La bolsa de Bogotá (pero no la de valores, sino la que sirve para cerrar la pared abdominal) y la válvula de Hakim, por ejemplo, han sido catalogadas como unas de las innovaciones médicas más relevantes del país, pero no son las únicas. Aquí recordamos algunos hitos de los aportes médicos de Colombia: