El Siglo XIX fue el siglo de la industrialización; el siglo XX, el del PC, y el XXI está siendo el de la sociedad hiperconectada. Cada una de estas revoluciones industriales vivida en los últimos siglos ha eliminado cientos de tipos de empleos, pero también ha creado el doble.
Esta transformación social ha permitido al ser humano migrar en un porcentaje muy alto de actividades como el trabajo del campo a actividades de industria y comercio, al punto que hoy las empresas más importantes del mundo son de origen tecnológico.
Esta es precisamente la definición de ciudad, que se refiere al grupo de personas o población dedicada principalmente a actividades como la industria y comercio, y que no necesariamente están relacionadas con actividades rurales. Por esta razón, al siglo XXI también se le conoce como el siglo de las ciudades, ya que más de la mitad de la población mundial vive en ellas debido a esta necesidad de estar en el lugar donde hay más oferta y demanda para este tipo de industrias.
Toda esta nueva realidad ha generado una tendencia de superpoblación que exige a estas sociedades en particular tener políticas que regulen la explotación de hidrocarburos, el consumo de energía y agua, y la alta demanda de alimentos, entre otras. El equilibrio entre estas regulaciones que garanticen el no agotamiento y destrucción de los recursos naturales, y los derechos y deberes de un ciudadano en cuanto a las comodidades y el buen vivir en armonía hacen que las ciudades tengan cada vez más retos para sortear.
Así como crecen los retos, la tecnología para enfrentarlos también. Una de las ventajas que trae la teoría de la sociedad hiperconectada es la exponencialidad tecnológica, la cual es cada vez más palpable hoy en día al contar con las herramientas necesarias para automatizar procesos en los que intervienen conceptos como Big Data e Inteligencia Artificial, necesarios para la cobertura de la cantidad de datos para procesar de cada habitante de una ciudad.
La confluencia entre la realidad de estas nuevas sociedades y la tecnología con la que contamos hoy abre el espacio al concepto de Ciudad Inteligente. Las Ciudades Inteligentes son, entonces, las poblaciones que utilizan la tecnología para prestar servicios urbanos de forma eficiente con el fin de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Este concepto hoy en día no es muy claro en ciudades de Latinoamérica, al punto que si se preguntase a un ciudadano del común si su ciudad es inteligente, muy seguramente respondería que no. Sin embargo, dichos conceptos sí están siendo abordados por casi toda ciudad en el mundo y, casi sin darnos cuenta, han comenzado a implementarse de a poco en prácticas tan simples –pero tan potentes– como el tema de videovigilancia (que crece día a día en cobertura) o el de bancarización digital y su interconexión con las diferentes entidades del estado, que permiten el pago de los servicios públicos por parte de un ciudadano hasta de manera automatizada, si así se quisiese.
La complejidad radica en que son tantas las aristas para tener en cuenta y la importancia de sus interconexiones, que el planteamiento no es sencillo.
Todos para una y una (ciudad) para todos
Es claro que al hablar de ciudad, el liderazgo de este proceso debe ser tomado por el ente gubernamental (la alcaldía, en el caso de las ciudades de Colombia), quien debe tener la capacidad de marcar los alcances, agenda y la asignación de los recursos necesarios pensados tanto a corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, la complejidad de una ciudad obliga a la intervención de distintos agentes no solo públicos sino también privados, haciendo que dicho proyecto no sea un mandato único de la alcaldía.
Es preciso manejar objetivos más amplios y medibles en el tiempo que obligan a buscar acuerdos y consensos con entidades tanto públicas como privadas, donde hasta la participación y la colaboración del ciudadano se vuelve imprescindible.
El relacionamiento entre entes públicos como la alcaldía, y empresas del sector privado es esencial para la disposición de mesas técnicas y demos escalables; la transferencia de conocimiento a cada una de las verticales que hacen parte de este amplio ecosistema al que se llama ciudad permiten la formación de grupos con líderes independientes para dichas verticales, buscando el trabajo en planes y sus posibles implementaciones en paralelo.
Sin embargo, es rol de la alcaldía la definición e implementación de una misma plataforma estándar en cuanto a tecnología y políticas que permitan lineamientos base a cada una de las verticales para mantener la compatibilidad con el macroplan.
Es un largo camino el que se debe recorrer, en el que con un gobierno digital establecido y un plan macro con bases sólidas en el tiempo es posible mejorar la calidad de vida del habitante de una ciudad digital, previniendo el crecimiento poblacional que dichas sociedades están sufriendo y garantizando sobrellevar aspectos tan marcados como la salud, seguridad, movilidad y hasta el simple desgaste del trámite de procesos de una persona de a pie, entre otros.
No deje de ver aquí los demás contenidos sobre Territorios y Ciudades Inteligentes en Impacto TIC.