Problemas de conectividad y denuncias de censura, fallas de las plataformas digitales, explosión de videos de las protestas, denuncias y noticias falsas, la visibilización de comunidades como los k-popers y la ‘globalización’ de la protesta nacional son algunos de los fenómenos. Análisis.
Este viernes 28 de mayo Colombia cumple un mes en Paro Nacional, una situación en la que –como no podría ser de otra forma– el mundo digital ha jugado un papel fundamental. No se trata simplemente de que en las redes sociales y las plataformas de mensajería se haya amplificado la protesta o que desde ellas se hayan coordinado muchas de las acciones, sino que estas han transformado los escenarios, han dado voz a muchos nuevos actores, han permitido visibilizar hechos que los medios de comunicación no podrían cubrir y que antes quedaban ocultos, y han sido el entorno perfecto para crear y ‘viralizar’ denuncias falsas y ‘fake news’, y elevar la indignación social y la polarización a su máximo nivel.
Si se compara con las movilizaciones que se realizaban en la ‘prehistoria’ –antes de la llegada de Internet–, en el paro actual, así como en las protestas que se realizaron a finales de 2019, el término ‘Paro Nacional’ adquiere un nuevo significado: salta de unas pocas ciudades a casi todos los rincones del país –justo, los que cuentan con acceso a Internet–, y a la vez trasciende las fronteras.
Gracias a Internet, a las plataformas digitales y a los dispositivos móviles, las protestas en cualquier lugar del mundo tienen repercusión en todo el planeta: desde la pionera, la Primavera Árabe –ocurrida hace ya 10 años– hasta casos recientes como Black Lives Matter y la indignación por el asesinato de George Floyd, y las movilizaciones feministas del 8M o el 25N.
Y si bien todavía falta mucho para que Colombia tenga una cobertura total en materia de acceso a Internet, organizar un paro en el que la ciudadanía en general cuenta con WhatsApp, Twitter, Facebook, Instagram, Telegram, TikTok y correo electrónico, además de poderosos computadores y cámaras fotográficas y de video en sus bolsillos ofrece muchas más alternativas y ventajas que hacerlo a la antigua, en los tiempos del teléfono fijo y las tarifas de larga distancia nacional e internacional, y en los que los medios de comunicación eran el único recurso de los ciudadanos para informarse.
También el entorno digital habilita a colectivos de hacktivistas como Anonymus o grupos como los k-popers (fans del pop coreano), que pueden organizarse local e internacionalmente para hacerse sentir, ya sea derribando sitios web o saboteando tendencias de Twitter.
El hecho de que el ‘poder’ para llegar a todo el planeta ya no sea un privilegio exclusivo de los medios de comunicación –que podrían tener una visión sesgada de los hechos que al final alcanzaría a sus audiencias– es un gran avance en el proceso de democratizar la información.
Sin embargo, los sesgos –políticos, ideológicos, económicos…– no son patrimonio exclusivo de los medios. Fenómenos como la cámara de eco y la burbuja de filtros dificultan que las personas conectadas puedan encontrar los diferentes puntos de vista para tener un criterio ‘equilibrado’ o bien formado.
Esto se debe, en parte, a que los algoritmos están diseñados para que los usuarios de las redes sociales tengan más vínculos con aquellos que comparten su manera de pensar que con los que son opuestos a su pensamiento. Así se lo explicó a a Impacto TIC Andrés Marín Cortés, sicólogo, investigador y docente de la Universidad de San Buenaventura de Medellín, en el más reciente capítulo del podcast #ContraTIC, titulado Primeros auxilios para sobrevivir en redes durante el Paro Nacional.
No deja de resultar paradójico, al menos, que los medios sociales por definición terminen generando burbujas en las que los otros puntos de vista terminan siendo con frecuencia, más que validados o invalidados, prácticamente ignorados. De ahí que la formación en Ciudadanía Digital sea un factor fundamental en el ejercicio de los derechos y deberes que se deben defender y ejercer en un contexto tan difícil como el que se desarrolla en el Paro Nacional.
Pero no solo se puede culpar a los algoritmos: no se puede dejar a un lado el hecho de que los medios digitales –las redes sociales y plataformas como WhatsApp– son un reflejo de una sociedad cada vez más polarizada, en la que los que piensan distinto no merecen respeto y son vistos como enemigos.
Y para cerrar este recorrido por los actores de una protesta nacional en tiempos digitales, no pueden faltar los medios de comunicación. Si bien hoy muchas personas complementan –y a veces sustituyen– la labor de los medios desde roles como periodistas, activistas, analistas, voceros de entidades públicas, los medios de comunicación siguen siendo fundamentales para informar y formar a las audiencias –y, desafortunadamente, algunos de ellos también para desinformarlas–.
La gran diferencia radica en que ya no son solo 10 grandes medios los que informan a la mayoría de los colombianos, sino que muchos medios alternativos e incluso organizaciones que no son medios propiamente dichos han ganado espacios como difusores de información relevante a través de las plataformas digitales.
Algunos que han ganado visibilidad y han sido relevantes en este Paro Nacional –independientemente de que puedan ser criticados, como todos– son Temblores, Fundación Karisma, Notíteres 24, Cuestión Pública, Contagio Radio, Canal 2 Cali, Colombia Informa, Mutante o Trochando Sin Fronteras. En su gran mayoría, se trata de medios y organizaciones críticos o abiertamente opositores del Gobierno nacional, y que han visibilizado excesos de la Fuerza Pública.
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Internet y las comunicaciones: servicio esencial
En un panorama en el que los ánimos están exaltados en todos los frentes y en el que las comunicaciones son fundamentales para el buen desarrollo de las actividades, cualquier interrupción es este servicio termina por enrarecer aún más el ambiente. Llamadas que no salen, publicaciones en Instagram que se borran, transmisiones en vivo que fallan o conexiones que se caen generan suspicacias y sospechas, entre las que la posibilidad de censura se manifiesta como el temor más grande. Y si estas situaciones se multiplican en diferentes puntos del país, esa percepción es aún mayor y para algunos se convierte en una realidad.
En otros contextos, la experiencia nos ha enseñado que transmitir un video o enviar una simple foto desde el estadio cuando se quería registrar un momento de un partido clásico o un concierto de un artista famoso, o intentar hacerlo desde un centro como Corferias en un día de asistencia masiva ya eran tareas difíciles, porque los sistemas de comunicaciones se saturan y no dan abasto para transportar el streaming de una gran cantidad de usuarios a la vez (algo que seguramente se resolverá con la llegada de 5G). ¿Por qué habría de ser diferente cuando hay miles de personas queriendo transmitir en vivo desde el lugar de una protesta?
Y esto, sin contar que cuando hay decenas o cientos de miles de personas publicando intensamente sobre un tema, las plataformas interpretan esto como posible spam, algo que también ha generado suspicacias e incluso señalamientos.
Está claro que quienes participan en las manifestaciones y las organizaciones sociales no tienen que conformarse con estas explicaciones y está bien que exijan máxima claridad y hagan veeduría, pero también es cierto que se deben contemplar las causas técnicas que se han documentado –fallas de software, saturación de las plataformas y de las redes de comunicaciones, fallas o incluso robos infraestructura–.
Durante una entrevista con Impacto TIC, el director ejecutivo de la Comisión de Regulación de Comunicaciones, Sergio Martínez Medina, fue enfático al pedir que los involucrados en las protestas permitan el acceso de los operarios que van a resolver los problemas que se presentan con la infraestructura de comunicaciones, que suceden a diario, y que seguramente van a emperorar las condiciones del servicio en la medida en que no se haga un mantenimiento preventivo y correctivo a tiempo. En este caso, los bloqueos son una especie de harakiri que afecta una herramienta fundamental para la protesta.
Martínez, de hecho, está de acuerdo en que Internet y las comunicaciones están al nivel de los servicios de salud y la alimentación en términos del tratamiento especial que deben recibir en condiciones como las actuales. En concreto, no deberían ser objeto de bloqueos, pues estos pueden llevar a crisis sanitarias, al desabastecimiento o a la desconexión.
No hay que olvidar que el pasado 29 de abril, el Congreso aprobó una Ley que convierte el acceso a Internet en un servicio público esencial y universal, que busca garantizar el acceso a Internet sin importar la localización y condición socioeconómica, según el representante que lideró el proyecto, Rodrigo Rojas.
Que el acceso a Internet sea un servicio esencial es una cruzada mundial y un propósito que se ha cumplido en países como Francia, Holanda, Canadá, Finlandia, Estonia, México, Costa Rica y Argentina, entre otros. Y que Colombia haya ingresado recientemente a esta lista es un logro sobre el que se debe mantener vigilancia constante en términos de lo que haga el Gobierno para garantizarlo, pero también de lo que hagan los ciudadanos para protegerlo.
El ejercicio de la veeduría también se extiende a las mismas empresas de tecnología y los proveedores de servicios. Es lo que sucede con el Consejo Asesor de Contenido de Facebook, por ejemplo, del que forma parte la colombiana Catalina Botero. Se trata de un organismo internacional integrado por expertos que no forman parte de Facebook, que tienen la tarea de tomar decisiones independientes y vinculantes sobre los casos que decida revisar, usualmente relacionados con la libertad de expresión.
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Las noticias falsas, grandes ganadoras en el Paro Nacional
Uno de los fenómenos que más afectan de forma negativa la protesta es un viejo conocido del mundo digital: las noticias falsas, y en general todas las tácticas de desinformación, que circulan desde todos los frentes. Y más allá de las intenciones con las que se origina un mensaje falso, uno de los problemas principales es que quienes lo reciben pocas veces se detienen a reflexionar sobre su validez. Frases como “esto no puede ser cierto” parecen ser cada vez menos comunes entre las personas que tienen la posibilidad de reenviar un mensaje, compartir una publicación de Instagram o Facebook o hacer un retuit con un solo clic, sin haberse tomado la molestia de ‘masticar’ y digerir la información. Este es otro aspecto en el que la formación en Ciudadanía Digital es fundamental.
Decían las mamás en los viejos tiempos que una mentira tiene que repetirse 1.000 veces para que se convierta en verdad. Es posible que a mediados del Siglo XX, repetir una mentira 1.000 veces fuera un proceso que tomara días, semanas o meses. Hoy, las herramientas digitales permiten hacerlo en minutos, quizás en segundos. Pero revertir el efecto de la información falsa puede tomar meses, años o simplemente puede ser algo que nunca ocurra.
Como lo ha sido siempre, sería injusto culpar a las herramientas digitales por las acciones de quienes las usan, que al final de cuentas son quienes deciden dar clic o no en el botón de compartir o reenviar sin haber dudado siquiera de la veracidad de un dato (y quienes crean las publicaciones falsas, por error o con dolo). Y en ese mismo mundo conectado también hay medios, instituciones y personas que cumplen la destacada labor de desmentir las noticias falsas (aunque a veces es una labor ingrata, por la dificultad que representa y la incomodidad que genera en los que se benefician de ellas).
A veces es difícil encontrar la razón por la que algunas noticias se toman por ciertas sin ninguna verificación. En otros casos, es claro que llegar a la información real no es una tarea fácil, pero no siempre se hace el esfuerzo. En cualquier caso, a la labor de quienes se preocupan por desmentir las noticias falsas, la ciudadanía debería sumar la tarea de al menos dudar y desarrollar su pensamiento crítico. (En Impacto TIC desarrollamos el programa Soy Digital, que mediante talleres en vivo gratuitos enseña pautas de Ciudadanía Digital, lucha contra la desinformación y creación de contenidos digitales).
El fenómeno de las noticias falsas, llamado así desde 2016 –el año de la elección de Trump, del Brexit y, en Colombia, del plebiscito por el acuerdo con las Farc– sigue su evolución y en escenarios como la protesta social o las elecciones crece y se vuelve protagonista. En este Paro Nacional, estas han sido 3 de sus características:
- Velocidad: con un alto componente de transmisiones en vivo –y muchas, transmisiones falsas– en Facebook e Instagram, y con las batallas por posicionar tendencias en Twitter con miles de publicaciones en pocos minutos, la velocidad con la que se han difundido algunas denuncias y noticias falsas ha superado la capacidad de los medios, de las autoridades y de los ciudadanos de discernir entre lo real y lo falso.
- Rentabilidad: en otros tiempos, los interesados en la desinformación han tratado de pasar inadvertidos o, mejor aún, invisibles. Pero en medio de las protestas, muchos políticos, periodistas, activistas, voceros de instituciones y ciudadanos en general han ‘perdido el pudor’ y han publicado abiertamente denuncias falsas, videos manipulados o que no corresponden a los hechos y cifras distorsionadas. ¿La razón de este ‘descaro’? Mentir se les ha convertido tan rentable, que el costo reputacional es mínimo y la poca sanción social no les afecta. Esta rentabilidad se manifiesta, primero, en un ‘alcance viral’ –miles de retuits y compartidos– que no obtendrían si se ciñeran a los hechos; y este alcance les genera un posicionamiento en sus partidos y en la opinión pública que les puede servir de plataforma para ascender. No es coincidencia que algunos tuiteros y youtubers estén siendo invitados para ser candidatos en las próximas elecciones al Congreso.
- Emocionalidad: las fake news y otras tácticas de desinformación son efectivas, en gran medida, porque apelan a la emocionalidad y a los sesgos de las personas. Esto ha funcionado, en otros ámbitos, para generar temores sobre las vacunas del Cóvid-19 o para generar violencia contra supuestos delincuentes callejeros. Por ello, por ejemplo, los videos –y más si son en vivo–, si confirman los sesgos –antigobierno, progobierno, etc.–, son tan fácilmente creíbles y son automáticamente compartidos.
Medios como Colombiacheck han tenido una temporada intensa de trabajo. Han tenido que desmentir denuncias falsas, verificar la veracidad el discurso de gobernantes y otros actores, analizar videos grabados y en vivo.
Pero la desinformación tiene otra cara en este escenario de protestas: la de las autoridades. Si bien es cierto que muchas de las denuncias y acusaciones contra ellas claramente son mentiras o distorsiones de los hechos reales, de parte de estas hay una cuota de responsabilidad: explicaciones ambiguas o incompletas, silencios sobre denuncias que indignan, declaraciones que simplifican el malestar social culpando a políticos o hablando sin mayor sustento de conspiraciones, e incluso desmentidos que tampoco dicen toda la verdad.
A diferencia de denuncias desmontadas con relativa facilidad, como la del video la sucursal de Davivienda supuestamente incendiada por policías, o la de las ambulancias que se usan para desaparecer manifestantes –denuncias que pusieron en peligro incluso a la misión médica, y que pese a que quedó claro que son falsas siguen siendo usadas por muchos como ciertas–, otros casos son más difíciles de manejar y pocos actores se han esforzado por decir la verdad.
Un caso paradigmático es el de la joven Allison Meléndez, quien fue víctima del exceso de fuerza o el abuso de 4 policías. La joven, que fue dejada en una URI de la Fiscalía y posteriormente entregada a su abuela, se suicidó horas después en su vivienda. Los hechos, de por sí condenables, fueron divulgados de inmediato por líderes de la protesta y miles de usuarios de las redes sociales de una manera distinta: que Allison había sido violada y que, en consecuencia, se suicidó.
Mientras que esta denuncia –que partió de un hecho real pero que se distorsionó– generó indignación y hechos violentos en Popayán, la Policía Nacional hizo su parte: desmintió todos los hechos. Todos. El Brigadier General Ricardo Augusto Alarcón habló de la detención de la joven, aclaró que ella nunca pisó instalaciones policiales, y que ella fue entregada a su abuela en óptimas condiciones. El oficial omitió convenientemente el abuso de fuerza de parte de los policiales. Y ocultar u omitir información también es desinformar. Además, ‘óptimas condiciones físicas’ no es sinónimo de ‘óptimas condiciones’, algo que se deduce tras el suicidio de la joven.
Desmentir información de esta forma también se convierte en una dinámica que busca invalidar información real. Más allá de la indolencia, de no expresar ni siquiera que habría una investigación sobre posible abuso de fuerza –la cual al parecer sí se realizó, porque 4 policías fueron retirados del servicio–, este tipo de comunicación de las autoridades aviva la indignación y la desconfianza, y es un caldo de cultivo perfecto para nuevas denuncias falsas.
El ejercicio periodístico aportó detalles desconocidos y aclaró muchas de las inquietudes. Dejó claro que la joven Allison sí fue víctima de violencia policial (utiliza, en el hilo que replicamos y que alcanzó más de 1.100 retuits, la palabra ‘tortura’). Pero, pese a la claridad del hilo, también admite críticas: utiliza el hashtag #ElEstadoOpresorEsUnMachoViolador, que dado el contexto de los hechos, puede haber reforzado, en lugar de desmentido, que la joven fue violada por varios policías.
Una prueba de que la denuncia falsa de la violación quedó implantada en muchos sectores es que un representante a la Cámara, David Racero, ha repetido en varias ocasiones que la joven sí fue violada, pese a que las autoridades descartaron este delito.
De cualquier forma, la legislación colombiana establece normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres, contempladas en la ley 1257 de 2008, que obligan a analizar el contexto de la situación, pues el hecho de que la Fiscalía descarte la violación, no descarta el uso de la violencia, que puede tener manifestaciones físicas, psicológicas y sexuales.
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Ciudadanos Digitales: se buscan
Formar Ciudadanos Digitales no es algo que se pueda conseguir de manera aislada a formar buenos ciudadanos en general. Como reflejo del entorno físico, pero también como parte del mundo real, las redes sociales y otros espacios digitales sufren de los mismos males que de que sufre la sociedad en general, los reflejan, y la sociedad en general sufre las consecuencias de las acciones negativas que se llevan a cabo en los entornos digitales. Parece un círculo imposible de romper.
Por eso, la educación, para la que hoy también es fundamental el uso de las herramientas digitales, debe ser la base fundamental que permita ejercer la ciudadanía a partir del concepto del bien común. Romper las cadenas de desinformación en redes sociales no va a ser fácil si las mismas noticias falsas se creen y se difunden por fuera de ellas; formar criterios no es posible si los oídos se cierran a escuchar las ideas contrarias –así sea para confirmar que están erradas frente al pensamiento propio–, igual en las redes sociales y las plataformas de mensajería que en el entorno físico. Como siempre lo hemos dicho en Impacto TIC y como ya parece ser un mantra establecido en el mundo, la tecnología no es un fin, sino un medio para lograr los propósitos.
En cuanto al uso de las herramientas digitales en estos tiempos difíciles, conocerlas para hacer un uso adecuado y sacarles el máximo provecho también es un aporte para el desarrollo de estos procesos. Pero conocerlas no solamente se refiere a su uso contidiano: también implica tener claro su funcionamiento, para que las labores de vigilancia y veeduría sobre ellas no se conviertan en un cúmulo de sospechas y especulaciones infundadas.
Gracias a las herramientas tecnológias, un Paro Nacional es ahora ‘más nacional y más internacional que nunca’. El Paro Nacional no es uno en las calles y otro en los medios digitales. Es uno solo, que se manifiesta en diferentes escenarios y a través del uso de recursos específicos para cada uno de ellos, y de los que se puede sacar provecho compartido.
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No hay un manual único de usos de las herramientas digitales durante las protestas y otras situaciones, pues el espectro es tan amplio que puede comenzar con la coordinación de manifestaciones y la protección de la integridad física de los participantes, hasta el desarrollo de la reputación y la marca personal de analistas y observadores, o incluso labores de comunicación de las instituciones. Pero sí hay algunas acciones que pueden ayudar a que las herramientas sean más útiles y efectivas.
Las tecnologías por sí mismas no son necesariamente buenas o malas, todo depende del uso que se les dé. Por ejemplo, aunque desarrollos como la criptografía se usan principalmente para temas financieros, en el marco de la movilización social también pueden ser aliados para proteger la privacidad y el anonimato. (En Impacto TIC rechazamos vehementemente la violencia y otros actos contra la ley, pero entendemos el interés de quienes participan en la protesta pacífica por protegerse).
Por citar algunos ejemplos, participantes en las protestas –y también críticos de ellas– pueden organizar reuniones en plataformas de videoconferencia, tomar notas o hacer relatorías en documentos compartidos alojados en la nube, crear piezas gráficas con servicios como Canva, divulgar contenidos en redes sociales, sitios web, grupos de WhatsApp, Telegram, foros, mensajes de correo o newsletters; hacer registro y reportería a través de transmisiones en vivo, historias y otros formatos de acuerdo con los recursos que ofrecen las plataformas, que pueden ser Facebook o Instagram, entre otras; hacer verificación y seguimiento de denuncias, comunicados y declaraciones de autoridades, líderes de opinión, periodistas y medios; cruzar y analizar bases de datos para encontrar tendencias o confirmar denuncias; organizar campañas de donaciones con plataformas como Vaki o servicios financieros como Nequi o Daviplata; y en cuanto a la georreferenciación, compartir la ubicación con familiares, amigos y colegas, e iniciativas de iniciativas de divulgación como SOS Maps o el mapa de la cartografía de violencia policial.
Cabe reiterar que el buen uso de todas las posibilidades digitales no consiste solo en la habilidad para generar contenidos y aprovechar al máximo las herramientas, sino también el de cumplir principios de Ciudadanía Digital como la veracidad –publicar denuncias falsas, así sea con mucho éxito, no merece ser celebrado–, y el respeto a la honra y la dignidad humanas –la injuria y la calumnia no hacen parte de una guía de buenas prácticas–.
Los movimientos sociales también se van transformando culturalmente, hacen su propia Transformación Digital, y van mucho más allá de un hashtag en redes sociales. Así como las empresas se apoyan en la tecnología para sus quehaceres, lo mismo sucede dentro de estos movimientos. La organización y la gestión de recursos (tiempo, dinero, talento) se apoyan en la nube, el análisis de datos, la georeferenciación, servicios fintech y las telecomunicaciones, entre otras.
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[su_box title=”Anonymous y k-popers: el hacktivismo ‘incomprendido'” style=”default” box_color=”#3be863″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″]
En un Paro Nacional que, como se ve, ha sido marcado por lo digital, también hizo aparición el hacktivismo –activismo por medio de ataques informáticos y otras acciones digitales–.
Sus protagonistas: el colectivo global Anonymous, surgido en 2008 y que, tras años de poca actividad en Colombia, reapareció con ataques DDoS a sitios web del Estado como los de la Presidencia de la República, el Senado y la Dian. Aunque su visibilidad creció como la espuma y muchos fanáticos celebraron sus acciones, líderes de opinión como Freddy Vega, cofundador de la plataforma Platzi, aseguran que es falso que ellos hayan logrado ataques exitosos. Hasta ahora, lo máximo que han logrado es derribar momentáneamente sitios web, algo que ya habían conseguido exactamente hace 10 años, cuando actuaron en contra de un proyecto sobre Internet conocido como la Ley Lleras. En esa ocasión, voceros de Anonymous dieron entrevistas que permitieron entender sus motivaciones y acciones, mientras que para este Paro Nacional no ha sido posible.
Y mientras Anonymous ya lleva más de 13 años en el imaginario colectivo, un grupo aún desconocido para muchos emergió con fuerza en Twitter, cuando saboteó algunas tendencias de origen uribista. En un Space de Twitter realizado por Impacto TIC tras el saboteo de la segunda tendencia, algunas k-popers o simpatizantes de este movimiento señalaron que su misión es defender buenas causas, y que en este caso se enfocaron en atacar tendencias que impulsaran el odio y la violencia.
Pero mientras que algunas de sus tendencias derribadas podrían caber en esa categoría –#PetroDioLaOrden, #MingaTerrorista–, también han sido víctimas de sus acciones coordinadas tendencias que simplemente son uribistas –#UribeSomosTodos– y otras que, sin llamar a la violencia ni al odio, promovían ideas contrarias a las de los k-popers –#UnaSolaRadio, #MarchasSíBloqueosNo–. En Impacto TIC hemos intentado entrevistar, sin éxito, algunas k-popers para un contenido que estamos preparando.
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Imagen principal: Impacto TIC.