Mientras los evangelizadores tecnológicos describen la IA como una forma de eliminar los trabajos repetitivos y dejar más tiempo a los humanos para dedicarse a labores estratégicas, también es cierto que su implementación genera ansiedad y temor entre los empleados, popularizando términos como “tecnoestrés” y el famoso síndrome de burnout.
Empecemos con un poco de historia: a pesar de popularizarse en la pandemia de la COVID-19, el término “burnout” fue descrito por primera vez en 1974 por el psicoanalista Herbert Freudenberger, quien lo utilizó para describir las consecuencias del estrés severo en las profesiones asistenciales (médicos y enfermeras, por ejemplo). Actualmente, el término se aplica a cualquier profesión u oficio.
Por su parte, la palabra “tecnoestrés” fue usada por primera vez por el psiquiatra estadounidense Craig Brod en su libro Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution, de 1984, relacionándola con la incapacidad de adaptarse psicológicamente a las nuevas tecnologías de manera saludable, especialmente en el ámbito laboral.
Porque, a pesar de que las tecnologías disruptivas traen ventajas, también producen desafíos que se traducen en resistencias al cambio, choques en las cadenas de producción ya establecidas y, por supuesto, conflictos culturales y en los hábitos de producción y consumo.
Como si fuera poco, la Inteligencia Artificial ha sido víctima de su propia fama, para bien y para mal. Estigmatizada por Hollywood como una amenaza inminente y, al mismo tiempo, elevada por medios de comunicación y universidades como el futuro del trabajo.
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IA, ¿enemiga del burnout?
Empecemos desmontando mitos. Ninguna tecnología es buena o mala per se; todo depende de su uso. Por ejemplo, la Inteligencia Artificial puede generar bienestar en ambientes de trabajo al automatizar tareas repetitivas, liberando a los trabajadores para que se enfoquen en labores más creativas. Esto reduce la sobrecarga laboral, una de las principales causas del burnout.
Siguiendo con sus beneficios para los empleados, la IA puede identificar patrones que predicen el agotamiento y el estrés, permitiendo intervenciones preventivas como ajustes en la carga de trabajo o recomendaciones de bienestar.
Y, por supuesto, la IA puede ser una herramienta invaluable para los departamentos de recursos humanos al generar estrategias de apoyo diseñadas para las necesidades individuales de cada empleado; estamos hablando de personalización del bienestar.
IA, ¿generadora del burnout?
El otro lado de la moneda de la IA puede no ser tan positivo, y es que su adopción puede conducir a la dependencia, ya que hasta las grandes plataformas de IA son vulnerables. Por ejemplo, el pasado 10 de junio, ChatGPT sufrió una caída masiva, generando reacciones instantáneas en redes sociales y, peor aún, en empleados.
Porque el uso intensivo de la IA puede distanciar a los trabajadores de sus tareas principales o, peor aún, de las relaciones interpersonales, influencias que podrían erosionar el trabajo en equipo y aumentar el aislamiento. Esto sin hablar de otro de los grandes retos de la IA, que son los sesgos que pueden desencadenar en discriminación.
Pero la amenaza más palpable es el desempleo y la necesidad de aprender nuevas habilidades (upskilling y reskilling). Para muestra, el informe sobre el Futuro del Empleo del Foro Económico Mundial afirma que el 23 % de todos los puestos de trabajo cambiarán en los próximos 5 años.
Porque el avance tecnológico y la automatización de tareas puede generar ansiedad en los trabajadores, especialmente si perciben que sus empleos están amenazados o que deben adaptarse a nuevos roles y competencias.
¿La IA exacerba el agotamiento?
Una encuesta realizada por la plataforma de profesionales independientes, Upwork, afirmó que el 77 % de los trabajadores consideraba que las herramientas de IA aumentaron su carga de trabajo y disminuyeron su productividad.
Según el informe, en lugar de eliminar tareas, la IA introdujo otras nuevas: revisar el contenido generado por la IA en busca de errores, aprender a navegar por interfaces complejas y actualizar constantemente las habilidades para mantenerse al día con las tecnologías en evolución, entre otros desafíos.
Por otra parte, la velocidad con que evoluciona la IA puede ser desafiante para la fuerza laboral al tener que actualizar constantemente sus habilidades para seguir siendo relevantes, lo que es una fuente de tecnoestrés y burnout. Sin embargo, esta actualización es necesaria.
Aunque es pronto para hablar de las consecuencias a largo plazo de la IA y su impacto en la calidad de vida de los empleados, existen algunos principios que ya son claros: por una parte, que es inevitable; por otra, que es una herramienta transversal; y, tercero, que implica una vocación al cambio. ¿Cree usted que se justifica?