A pesar de todos los beneficios que trae la tecnología, esta también implica desafíos. Ejemplos claros son los conflictos entre las plataformas de transporte y el gremio de taxistas, o entre la televisión tradicional y el auge de las plataformas OTT. La legislación tiende a quedarse atrás, a menos que se innove al ritmo de los tiempos modernos. Por eso se habla de la necesidad de un nuevo tipo de normativas, más acordes con la realidad actual: hablamos de una regulación inteligente.
Se trata de un enfoque normativo que busca eliminar leyes obsoletas o duplicadas que entorpecen el desarrollo de industrias tan competitivas como las telecomunicaciones. En Colombia, instituciones como la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) lo tienen claro:
“Es indispensable no solamente que el regulador esté al tanto de las tendencias de la industria, sino también que disponga de datos con calidad y oportunidad para la toma de decisiones informadas, y sea flexible e innovador para apalancar ese cambio digital.”
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¿Qué es y cómo desarrollar una legislación inteligente?
Para comenzar, la regulación inteligente —o smart regulation— no es un tema nuevo. Desde 1998, Neil Gunningham, Peter Grabosky y Darren Sinclair comenzaron a publicar una serie de libros que presentaban iniciativas de autorregulación, corregulación e inclusión de entidades no gubernamentales en los procesos legislativos.
Según publicaciones del Social Science Research Network (SSRN), “la regulación inteligente llama a una cooperación entre las autoridades regulatorias del Estado y los mecanismos de autorregulación para lograr los mejores resultados posibles. Así, la regulación inteligente va desvaneciendo la división tradicional del Estado como único ente regulador y los destinatarios de la regulación como sujetos pasivos de la misma.”
Con el desarrollo de nuevas tecnologías y modelos de servicio, la regulación inteligente también ha evolucionado, incorporando herramientas para detectar tendencias, resolver disputas e interactuar con los ciudadanos, entre otras posibilidades.
En el caso colombiano, Paola Bonilla, ex directora de la CRC, expone cuatro pilares para la construcción de una regulación inteligente: flexibilización, simplificación, digitalización y uso de datos. A través de estas bases se construye una legislación basada en hechos, cifras y evidencia, que permite establecer reglas comunes y claras con los diferentes actores del mercado.
Beneficios de la regulación inteligente
Más allá de su flexibilidad normativa, la regulación inteligente ofrece beneficios concretos, especialmente en sectores como las telecomunicaciones y las tecnologías emergentes. Fomenta la innovación, impulsa la inversión y promueve la competitividad, facilitando además la entrada de nuevos actores al mercado.
Esta forma de regulación también fortalece la confianza entre el Estado, las empresas y la sociedad civil, al ofrecer mayor transparencia en los procesos, fomentar el uso de evidencia técnica y abrir canales efectivos de participación ciudadana.
Otro ámbito donde la regulación inteligente se destaca es en el de la sostenibilidad ambiental y social, al permitir normativas más sensibles en temas como el cambio climático, la salud y los derechos digitales. Este enfoque busca equilibrar el crecimiento económico con los objetivos medioambientales y sociales.
Desafíos en el horizonte
A pesar de sus beneficios, la regulación inteligente enfrenta desafíos culturales y políticos. Por un lado, existe una resistencia institucional marcada por la inercia burocrática dentro de las estructuras regulatorias existentes. Por otra parte, los incentivos políticos a menudo favorecen la creación de nuevas normas en lugar de la revisión o eliminación de las existentes.
Este protagonismo normativo lleva a una acumulación de regulaciones, en lugar de promover una reforma coherente y eficaz, reflejando un sesgo cultural que privilegia el “regular más” frente al “regular mejor”.
Adicionalmente, muchos reguladores carecen del conocimiento técnico necesario para anticipar cómo afectarán las nuevas tecnologías al mercado y a la sociedad, lo que aumenta la asimetría de información entre innovadores y reguladores.
Legislación versus Regulación
Es conveniente recordar que, aunque a veces se usan de forma indiscriminada, la legislación y la regulación son cosas diferentes. Para comenzar, la legislación es sinónimo de derecho estatutario. Es decir, son las leyes que han sido promulgadas por el poder legislativo y que establecen principios jurídicos y políticos generales sobre un tema. Además, puede incluir sanciones por infringir la ley.
Por su parte, la regulación se refiere a las normas y reglamentos creados para aplicar dichas leyes, y son generalmente publicados por entes de control gubernamentales. En sí, la legislación es el marco más amplio, mientras que los reglamentos proporcionan detalles específicos sobre cómo cumplir las leyes.
Herramientas para una legislación efectiva
Por su naturaleza dinámica, la regulación inteligente se beneficia de tecnologías como la Inteligencia Artificial (IA) y el Aprendizaje Automático (machine learning). Estas permiten procesar grandes volúmenes de datos, detectar patrones regulatorios y automatizar procesos de decisión, lo que ayuda a anticipar riesgos e intervenir de manera más eficiente.
Como ejemplo, en Colombia, una de las tecnologías clave que viene usando la CRC es la automatización robótica de procesos (RPA): “En los trámites de homologación de terminales móviles usamos sistemas de automatización robótica de procesos para hacer que todo sea mucho más sencillo, más fácil para los usuarios”, afirma Bonilla.
Estas herramientas trabajan en conjunto con otras tecnologías como la Analítica Avanzada y el Big Data, que proporcionan una base robusta para recopilar y validar información de múltiples fuentes, mejorando la calidad de los datos regulatorios.
También destacan tecnologías como el Blockchain y el Procesamiento de Lenguaje Natural (NLP), que ofrecen mayor trazabilidad, seguridad y eficiencia en la gestión normativa. A su vez, soluciones como los Gemelos Digitales permiten optimizar el cumplimiento regulatorio y simular escenarios complejos sin afectar directamente a la población.
La combinación de estas tecnologías está redefiniendo la regulación, haciéndola más dinámica, precisa y orientada a resultados en la era digital. En esta área debemos recordar que incluso existe una disciplina para eso: la RegTech o Regulatory Technology, la tecnología aplicada al cumplimiento normativo.