A veces es fácil pensar que con modelos de servicios tan extendidos como la Nube, la obsolescencia tecnológica es cosa del pasado, pero esto dista de ser cierto. Como muestra, el último Kyndryl Readiness Report 2025 encuentra que aunque el 94 % de los encuestados afirman que la modernización de sus empresas es una prioridad, solo 3 de cada 10 creen que sus organizaciones lo hacen de forma adecuada.
El impacto de esta tendencia es claro: la obsolescencia tecnológica repercute directamente en la eficiencia y productividad de las empresas; en la pérdida de competitividad, la mala experiencia de los clientes y, peor aún, en su ciberseguridad.
Para ser más exactos y según un informe de Sofistic, el 13 % de las vulnerabilidades explotadas en ciberataques están directamente relacionadas con componentes de software vulnerables y obsoletos. Y esto también afecta directamente a los empleados que luchan por cumplir sus objetivos laborales.
Así como el concepto BYOD (‘Bring Your Own Device’, o ‘trae tu propio dispositivo’) surgió en las empresas a finales de la década de 2000, impulsado principalmente por la aparición y popularización de los teléfonos inteligentes, actualmente esta tendencia afecta también a las herramientas de software y, últimamente, a una en especial: la Inteligencia Artificial.
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De la obsolescencia al Shadow AI
¿Sabe usted qué tienen en común Apple, Samsung, Citigroup, Goldman Sachs, JPMorgan Chase, Deutsche Bank, Telefónica y BBVA? Aparte de ser grandes empresas, estas organizaciones fueron noticia al prohibir el uso de ChatGPT dentro de sus organizaciones por políticas de ciberseguridad y protección de datos. Porque el uso de la IA se ha filtrado tanto en las organizaciones que a veces es difícil controlarla.
Porque incluso con las mejores intenciones, las herramientas no autorizadas de IA se han filtrado en las oficinas gracias al esfuerzo de empleados que buscan mejorar la productividad personal y cumplir con las demandas laborales, un objetivo difícil de cumplir cuando la infraestructura tecnológica de las empresas es obsoleta.
En otras palabras, cuando la tecnología proporcionada por las empresas no satisface las necesidades de los usuarios o se queda significativamente rezagada respecto a las capacidades de las soluciones externas disponibles, los empleados se ven naturalmente incentivados a buscar alternativas más modernas y efectivas.
Razones para la obsolescencia
Como es obvio, nadie quiere la obsolescencia tecnológica; por ello, la llegada a ella no siempre es cuestión de voluntad política, sino de recursos. Con la constante evolución de la tecnología, los equipos y sistemas que eran de última generación quedan rezagados periódicamente, obligando a las empresas a invertir continuamente para mantenerse al día.
Como muestra, las computadoras portátiles suelen tener un tiempo de vida entre 3 y 5 años, mientras que las de escritorio pueden tener una vida útil más larga (entre 5 y 7 años). Esta situación suele ser peor con empresas que cuentan con grandes inversiones tecnológicas hechas a la medida que se convierten en plataformas heredadas (legacy).
¿Y cómo combatirla? Con planeación. La gestión efectiva de la obsolescencia tecnológica implica un enfoque proactivo que incluye la realización de auditorías y monitoreo continuo de hardware y software para identificar y anticipar la renovación de activos cercanos al final de su vida útil, además de examinar estrategias financieras complementarias como el leasing o renting tecnológico. Y por supuesto, hay una opción adicional: pedir ayuda a los expertos.