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Shakira y la transformación digital del chisme

Si algo nos ha enseñado el escándalo de Shakira y Pique es que los divorcios no son lo que eran. Y no por el chisme o el morbo, estos son eternos, sino porque estos comportamientos se han digitalizado al punto que no solamente son virales las canciones de la estrella barranquillera, también lo son las «reacciones» de otros al ver estos videos.

Hagamos cuentas. Al momento de cierre de este artículo, la canción «Music Sessions #53» llevaba más de 142 millones de reproducciones y los videos de reacciones de influencers como Ibai contabilizaban más de 12 millones, y los de Auron más 5 millones. Es decir, no solamente nos interesa el chisme, también la vida de los chismosos.

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La digitalización del morbo no es algo nuevo pero su peso e influencia se ha multiplicado en los últimos años gracias a la hiperconectividad. Y si algo les sobra a los divorcios es el morbo, recordemos, por ejemplo, el caso de la duquesa de Argyll acusada por su ex esposo (un caza fortunas) de tener más de 80 amantes.

Pero con la conectividad, el morbo se potenció aún más. Las redes sociales sirvieron para polarizar las opiniones alrededor de los divorcios, escudadas en la distancia y el anonimato, transformando las cosas de pareja en espectáculos donde el público podía participar, como en el divorcio de Johnny Depp y Amber Heard, cuando la actriz denunciara que fue amenazada de muerte por miles de personas. 

Y no es una cuestión de quién tenga, o no, la razón. Lo importante en una sociedad digital de consumo son los likes. Una tendencia que genera, a su vez, consecuencias en el mundo físico. En el caso Deep/Heard este derivó en que Disney expulsará de su propia franquicia a la estrella principal de la saga. Un golpe del que aún no se recuperan.

Pero así como la tecnología puede traer problemas también pasa con las soluciones y no faltan los investigadores que hablan de la «Gestión de los chismes» usando Big Data. Esta propuesta, surgida de una Universidad de Estambul, en Turquía, proponía construir un almacén de Big Data para que las universidades lo utilicen en la gestión de la información recopilando toda clase de cotilleos.

Sin embargo, los chismes son criaturas difíciles de domar, son diversos, caóticos y obedecen a múltiples intereses, y lo peor, crecen a tasas exponenciales. Tal vez la única forma para canalizar su influencia sea añadirles consecuencias legales, pero ¿cómo afectaría esto a la libertad de expresión y cómo podría actuar más allá de las fronteras de un Estado?

Es un asunto con mucha líneas grises. Como muestra, tome el reciente escándalo del supuesto niño genio lanzado en redes por un influencer colombiano. Al ser descubierto, se excusó diciendo que era un video que buscaba generar conciencia pero no dejó de ser un escándalo que dejen ridículo a políticos y medios.

Además, los problemas globales requieren de soluciones globales. Es difícil imaginar como combatir una campaña digital de desinformación, mentiras y miedo, con solo soluciones locales. Las soluciones deben venir de varios actores y geografías.

Tal vez la respuesta ante los chismes sea la tolerancia, pero una tolerancia infinita es un arma de dos filos que suele destruir a las sociedades que la instauran como lo enseñó Popper.

¿Entonces qué hacer? Esa es la gran pregunta.

Tal vez, la primera respuesta venga de la educación y de tratar de desincentivar los chismes que solo conducen a la desinformación y a crear teorías conspirativas. De hecho, estos rumores han incentivado acciones sin sentido como el famoso Pizzagate donde un hombre armado de buenas intenciones, y un rifle de asalto, entró a una pizzeria estadounidense que, según las rede sociales, servía como el corazón de una red de pedofilia ligada a la candidata presidencial Hillary Clinton.

Porque los chismes ya no solo son un fenómeno espontáneo de la comunicación, ahora son instrumentos de marketing y de estrategias políticas. Ahora ya ni siquiera es necesario suministrar pruebas, basta con repetir una mentira para que se convierta en una verdad.

Por eso, en este momento es más importante que nunca la diversidad de fuentes, de medios, de opiniones, para realizar una curadoría de la información. Tal vez esto no garantice la verdad, pero al menos aumente las probabilidades de hallarla. Porque muchas veces la verdad, al igual que los chismes, no se rigen en absolutos y dependen de quién la cuente.

Tal vez la pelea contra los chismes, fake news o paparruchas, o como prefiere llamarlas, es una pelea perdida, pero es un deber de los medios entablarla. Porque los medios, quiéranlo o no, tienen una responsabilidad moral con la información que circula y es que, al final de cuentas y como sociedad, todos somos responsables de todos.

Jorge Hernández
Jorge Hernández
Periodista, escritor y libretista, ha trabajado en el diseño narrativo de videojuegos y con medios de tecnología como El Tiempo, El Espectador y la revista Esquire, entre otros. Amante del cine, el manga, los comics, las tardes grises de Bogotá, el café y los libros de Neil Gaiman.

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