La reparación de nuestros dispositivos es un derecho de todos

Publicado el 08 Jun 2021

derecho a reparar cover

Una de las frases más trilladas que se escuchan en el mundo de la tecnología es que nuestros dispositivos se han convertido en una necesidad. Teléfonos, asistentes, relojes inteligentes e incluso nuestros mismos automóviles mejoran con cada iteración y se añaden más funciones a sus características. Sin embargo, dado que los usamos bastante, esto también hace que sean más propensos a accidentes o fallas.

Tal vez el más común de los accidentes sea el de teléfonos con pantallas quebradas, o con acabados en vidrio que a veces se rayan fácilmente con superficies duras. En muchos de estos casos, la solución es sencilla: mandarlo a reparar. Pero incluso si digo que es sencillo, la realidad es que en el mundo de la tecnología el asunto de la reparación se ha convertido en el objeto de varios debates.

¿Quién es el dueño de mis dispositivos?

Una idea generalizada es que, cuando compro un dispositivo, es razonable pensar que yo me convierto en su único dueño (o la persona que lo adquiera, en su única dueña). Precisamente por esto es que podemos utilizarlo a diario, descargar lo que queramos y en general utilizar todas sus funciones como veamos más conveniente.

Incluso con esto, el panorama cambia un poco cuando necesitamos hacer una reparación al equipo. Puede ser que después de apenas algunos meses la batería esté fallando, o que necesite un cambio de pantalla, o que algunos botones no estén funcionando bien. Aunque quisiéramos pensar que la decisión de hacer la reparación depende de nosotros, lo cierto es que en ocasiones no existen opciones verdaderas.

En muchos casos, para evitar anular la garantía o romper los términos de uso, la única opción que tenemos es la de llevar nuestro dispositivo al fabricante original. Recurrir a los fabricantes para reparaciones no debería ser un mandato, sino una decisión que nosotros como usuarios tomemos a plena conciencia.

El derecho a reparar

Aunque existe desde mucho antes, a lo largo de esta primera mitad de 2021 el movimiento ‘Right to Repair’ (Derecho a reparar) ha venido ganando muchas voces en el ambiente anglosajón. Reparar nuestros dispositivos debe ser un derecho, no un privilegio. Y como todo derecho, lo más importante está en la capacidad de elección.

Si mi teléfono debe pasar por un taller para cambiar la pantalla, debo tener la opción de ir al fabricante, a un taller autorizado o incluso de poder repararlo yo mismo. Aunque esto está contemplado por la ley, en los últimos años muchos fabricantes han introducido algunos elementos que hacen que la reparación solamente pueda ser realizada por ellos mismos.

Según la Federal Trade Commission (FTC) de los Estados Unidos, existen 8 acciones importantes que algunos fabricantes han realizado para obstaculizar los esfuerzos de reparación de sus dispositivos. Estos son: 

  • Diseños de productos que complican o impiden la reparación.
  • La falta de disponibilidad de piezas e información sobre reparaciones.
  • Diseños que hacen que las reparaciones independientes sean menos seguras.
  • Políticas o declaraciones que dirigen a los consumidores a las redes de reparación del fabricante.
  • Aplicación de los derechos de patente y cumplimiento de las marcas comerciales.
  • Desprestigio de las piezas no OEM (las que no hace el fabricante original) y de la reparación independiente.
  • Bloqueos de software y actualizaciones de firmware.
  • Acuerdos de licencia de usuario final.

Poniendo ejemplos sencillos, un fabricante puede prohibir la venta de repuestos a reparadores independientes, o incluso introducir elementos como diferentes tipos de tornillos propietarios o de adhesivos pensados para incrementar artificialmente la dificultad de la reparación por personas ajenas al fabricante, o simplemente para invalidar la garantía si alguien más intenta la reparación.

Lo que dicen las empresas

Para los fabricantes, la cuestión se trata menos sobre los derechos y más sobre el control que se pueda tener sobre un dispositivo y su mantenimiento. Si tengo un computador portátil al que le he cambiado la batería en un taller de dudosa reputación, y luego esta batería explota o presenta riesgos, el golpe negativo de reputación será en contra del fabricante del computador.

Este es un punto de vista entendible y con el que estoy de acuerdo, pero la solución no es simplemente prohibir por completo la reparación. La campaña Right to Repair también contempla que los fabricantes tengan estándares abiertos de reparación, herramientas de diagnóstico abiertas y fácil acceso a repuestos originales de los dispositivos. De esta forma se abren las opciones para el consumidor y de paso se garantiza la calidad de las reparaciones.

Otro argumento de los fabricantes es que la reparabilidad de los dispositivos va a sacrificar el progreso tecnológico. En el pasado, podíamos reparar un reproductor de cassettes con un destornillador común y en algunos casos con una herramienta para soldar básica. Hoy por hoy, la reparación contempla el uso de microscopios, de hornos especializados, de soldadores y de diagramas de circuitos.

Nadie quiere ver teléfonos gruesos y con tornillos gigantes a los lados, y por eso el avance tecnológico ha significado también el aumento de la dificultad en la reparación. Sin embargo, este aumento en la dificultad no tiene que traducirse en un control total por parte de la compañía fabricante. Incluso en este caso, los reparadores independientes deberían tener acceso a herramientas y a partes originales. El aumento en la dificultad es en últimas una responsabilidad que los fabricantes y reparadores independientes asumen, y para nosotros los usuarios esto no debe significar que sacrificamos nuestra capacidad de elección para pasar a depender exclusivamente de una compañía para arreglar nuestros dispositivos.

Ejemplos existen

Puede que todo este argumento suene a buscar una pelea que no existe, pero lo cierto es que existen varios casos que muestran la necesidad de proteger los derechos de reparación. Uno de los más sonados es el caso de John Deere, el fabricante de tractores. Todos los tractores vienen de fábrica con software propietario y al que únicamente John Deere tiene acceso total.

En caso de una falla de software, los granjeros y agricultores tienen solamente una opción: llamar a John Deere. ¿Qué pasa cuando las granjas están en terrenos alejados? ¿O cuando no existen daños físicos en el tractor, sino solamente en el software? Acá no existen opciones, los agricultores deben sí o sí someterse a los tiempos y los costos que impone John Deere.

O por lo menos, esa es la idea del fabricante. Frente a la falta de opciones, en Nebraska, los granjeros han aprendido a hackear el software de John Deere para poder sobrepasar obstáculos impuestos artificialmente. Para ellos, perder su tractor por semanas representa también pérdidas considerables en sus ganancias, y reparar sus tractores es una cuestión de supervivencia.

A esto se le suma la historia de las máquinas de helados de McDonalds, en las que el fabricante ofusca los datos de reparación y hace que los errores sean más confusos para que solamente sus técnicos sean capaces de repararlas. En el terreno de la tecnología, compañías como Apple, Nintendo, Microsoft y Google se oponen al derecho a reparar. Como respuesta a esto, la Unión Europea ha legislado a favor del derecho a reparar, mientras que en Estados Unidos 21 estados adelantan actos legislativos para proteger este derecho.

Más allá de apuntar dedos a compañías, es clave que nosotros como consumidores y como usuarios tomemos las riendas de los dispositivos que adquirimos. La tecnología debe funcionar como un motor hacia el futuro y hacia la conectividad para la sociedad en general. La reparación es un derecho fundamental que si no protegemos, se estará evaporando en algunos años.

Imagen principal: Joel Rohland en Unsplash

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Sebastián Romero Torres

Filósofo de formación y geek empedernido. Amante de los videojuegos, la tecnología, la música y el espacio.

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