La digitalización ha traído eficiencia y comodidad, pero también ha abierto las puertas a amenazas que evolucionan más rápido de lo que podemos contener. Garantizar un acceso seguro no es solo una necesidad, sino un desafío que exige una mentalidad diferente.
La Transformación Digital ha diluido los límites de la seguridad. Antes, proteger la información implicaba reforzar un perímetro: las empresas operaban con redes cerradas, sistemas aislados y empleados que trabajaban en oficinas con accesos controlados. Hoy, el trabajo remoto o híbrido, la computación en la nube y la hiperconectividad han desdibujado esos perímetros.
El acceso ocurre desde cualquier lugar y en cualquier momento, con usuarios (externos y sobre todo internos) conectados desde múltiples dispositivos y redes sin garantías de seguridad. En este contexto, las estrategias tradicionales resultan obsoletas, pues fueron diseñadas para un mundo más estático, donde el acceso podía definirse de forma rígida. Ahora, los actores, dispositivos y riesgos cambian constantemente, dejando expuestos sistemas que dependen de medidas de seguridad inflexibles.
Un ejemplo claro es el sector financiero. La banca digital ha crecido exponencialmente en América Latina, pero con ello también los ataques. Entre 2022 y 2023, los incidentes de fuga de datos aumentaron un 320 % y los de phishing un 82 %. ¿La razón? La industria ha priorizado la facilidad de acceso sobre la solidez de sus mecanismos de protección. En respuesta, modelos como el Universal Zero Trust están cambiando las reglas del juego bajo un principio claro: no confíes en nadie hasta que demuestre quién es.
Cada acceso debe validarse en tiempo real, con contexto y control granular, asegurando que solo las personas adecuadas, desde dispositivos autorizados y con los permisos correctos, puedan ingresar a sistemas críticos. En sectores como el financiero, donde el fraude digital y los ciberataques van en aumento, este modelo no es una ventaja, sino una necesidad urgente.
No obstante, garantizar un acceso seguro no se trata sólo de adoptar tecnología avanzada. También implica transformar la forma en que las empresas entienden la ciberseguridad. Durante demasiado tiempo, se ha creído que fortalecer la seguridad significa dificultar el acceso o afectar la experiencia del usuario. Pero una estrategia bien diseñada no tiene por qué sacrificar agilidad por protección. Al contrario, la seguridad debe integrarse de manera flexible, permitiendo operar sin fricciones innecesarias, pero con las garantías suficientes para minimizar riesgos.
El acceso seguro no es un lujo ni una opción, sino una prioridad en un entorno donde las amenazas no esperan y los atacantes no piden permiso. La solución no es retroceder ni frenar el avance digital, sino comprender que, con Universal Zero Trust, seguridad y acceso pueden coexistir sin comprometerse, incluso en un mundo donde el dinamismo es ley.
Por: David López Agudelo, vicepresidente de ventas Latam de Appgate.