El debate sobre el ‘fair share’ o contribución justa surgió con fuerza hace 15 años, y desde entonces tiene trincheras bien marcadas. Telcos y plataformas digitales discuten quién asume la cuenta del tráfico de Internet y cómo se financian las inversiones en infraestructura de redes.
Pero esta confrontación ha logrado pocos avances, dejando en segundo plano la verdadera pregunta que nos afecta a todos: ¿Cómo garantizamos que la red que millones de personas usamos siga funcionando bien?
No se trata de ‘culpables’, sino de alinear incentivos y buscar resultados.
En Latinoamérica, unas pocas plataformas concentran más del 70 % del tráfico móvil. Ese dato, por sí mismo, no acusa a nadie, sino que resalta estrategias exitosas y una evolución con dinámicas inesperadas. También nos recuerda la dimensión del reto y la necesidad de coordinar esfuerzos de eficiencia y colaboración entre quienes generan, transportan y consumen datos.
Propongo mover la conversación de ‘quién paga’ a ‘cómo cuidamos mejor Internet’, con 4 líneas de trabajo concretas y medibles para todos los actores del ecosistema digital y de comunicaciones:
1.Transparencia del tráfico no solicitado. Auditar, con metodología común, qué porcentaje del tráfico móvil es publicidad, reproducción automática, video a máxima calidad sin necesidad… Con ese diagnóstico, acordar metas de reducción por categoría, sin tocar la libertad de publicación y distribución, ni la neutralidad de red.
2. Eficiencia predeterminada. En la conectividad móvil, que la regla sea la eficiencia: video con tasa de bits adaptativa y conservadora (de nuevo: que la máxima tasa/calidad no sea la primera opción), límites de resolución según pantalla, códigos de compresión modernos, etc. Estos cambios ‘liberan’ capacidad sin que nadie pierda alcance ni se dañe la experiencia de usuario.
3. Acuerdos de interconexión con métricas. Telcos y plataformas ya conversan y hacen negociaciones, pero estas podrían ir más allá de aspectos técnicos como el ‘peering’ y el ‘caching’. Por ejemplo, podrían llegar incluso a establecer metas conjuntas de latencia, reducción gigabytes transportados por contenido, y hasta bonos de eficiencia si se cumplen metas.
4. Pilotos con seguimiento, legislación solo como último recurso. El llamado es a que trabajemos en equipo, experimentemos en la búsqueda de acuerdos y pilotos –y esto implica aceptar posibles errores–, midamos y, en lo posible, publiquemos y compartamos experiencias.
Acudamos a la regulación cuando sea necesario, no para imponer nuevas cargas sino para eliminar barreras y generar condiciones que incentiven esos acuerdos constructivos entre telcos y plataformas.
Por fortuna, en Colombia tenemos profesionales muy competentes en los reguladores. En cambio, como escribí en una columna anterior, propongo que la intervención de los legisladores, que en su mayoría aún no entienden este mundo digital, sea solo la última opción.
El espíritu de estas propuestas está alineado con una idea que he venido defendiendo desde hace tiempo: conversación constructiva, orientada a sostenibilidad y responsabilidad compartida.
No necesitamos ganadores y perdedores entre telcos y plataformas: si los hubiera, los mayores perdedores seríamos los usuarios y la sociedad. Necesitamos, en cambio, pactos que alineen incentivos para que el video en vivo no se pixele o no aparezca el ‘círculo del buffering’ cuando más importa, que la telemedicina responda a tiempo y que la próxima ola de aplicaciones de IA encuentre una autopista preparada.
Para quienes trabajan en las telcos –y las techcos–, en las grandes plataformas digitales, en ‘startups’ que generan alto consumo de datos y en entidades de gobierno y regulación: los invito a acercarse a sus interlocutores, explorar oportunidades de colaboración, e incluso a proponer pilotos o experimentos que den pistas para encontrar soluciones.
Así, después de muchos años en este debate con pocos avances, creo que podremos encontrar un camino hacia una conectividad sostenible que cuida la red sin frenar la innovación, sin castigar a los que han tenido éxito, sin ahogar a los que hacen grandes esfuerzos sin mayor rentabilidad y, sobre todo, sin arriesgar a los usuarios a quedarse desconectados.