“Conócete a ti mismo”.
Inscripción en el templo de Apolo en Delfos.
Varios filósofos dicen que el motor de la vida es el deseo, y no están equivocados. Querer es uno de los rasgos fundamentales de la naturaleza humana y nos encamina hacia la acción. No obstante, a veces no sabemos lo que queremos y nuestro comportamiento se torna caótico. Así entramos en lo que me gusta llamar el laberinto del querer, que no es nada más que esta pregunta tan fácil de hacer y tan difícil de responder: ¿qué es lo que quiero?
La primera aclaración sobre este tema tan complejo es que saber lo que se quiere no es solo cerrar los ojos y pedir un deseo; consiste en una búsqueda interna bastante cuidadosa y exhaustiva. No es sencillo ni fácil, pero los resultados son tan impresionantes que no solo se reducen al aspecto personal, sino que también se expanden a todas nuestras facetas.
Por eso mi consejo es empezar por el corazón. Este punto de inicio es clave porque parte del lugar más propio, íntimo y personal, es decir, lo que queremos tiene que ser auténticamente nuestro. Nadie más conoce nuestro deseo como nosotros mismos, y esta autenticidad es el origen y el camino, además de ser un indicador de qué tan verdadero es nuestro querer.
Cuando el querer está libre tiene el potencial de crecer y acumular mucho poder. Esto es un arma de doble filo, porque al no estar restringido y apuntar alto, impulsa nuestras acciones con gran ímpetu; pero si no está bien encaminado, esto puede ser contraproducente. Si una persona empieza su día con intención, todas sus facultades se alinearán para cumplir con ello.
Esta es la palabra clave: alinear. Encaminar esa potencia para que el deseo sea un motor poderoso, sin perder el control o la dirección. Para mantener este control es necesario saber qué está disponible, es decir, conocer tus facultades, tus fortalezas y debilidades. Aquí debes saber muy bien lo que necesitas de lo que tienes en tu vida, conocerte bien y tener la certeza de que tu querer está bien alineado con tus talentos y potencialidades.
Para que puedas analizar tu deseo, te propongo una división en tres tipos de quereres. Tal vez puedas identificarte con alguna de estas categorías y esto te encaminé de una mejor manera.
1.
El primer tipo es el querer por anhelo y lo motiva la imitación. Sucede cuando ves a una persona haciendo algo y lo quieres. No es un querer verdaderamente auténtico, es decir que no es propio ni parte del corazón. Su origen es la inconformidad negativa y se disuelve con el tiempo.
2.
El segundo tipo es el querer por accidente. Este se da cuando tienes que hacer algo debido a las circunstancias externas y no por tu propio deseo. Por ejemplo, si tu querer es que los problemas externos que no dependen de ti sean resueltos, este es por accidente. Su origen está en las contingencias, lo que te afecta y no parte de ti. El peligro de este tipo de querer es que puede perjudicar tu vida encaminando tus acciones por lugares desfavorecedores. Nunca olvides que siempre se debe empezar por el corazón.
3.
Finalmente, el tercer tipo es el Gran querer. Es autosuficiente y demuestra que estás contento con lo que tienes y quieres, provoca aspiraciones y hace que siempre estés consciente. Este querer te lleva a la realización y a ver lo positivo en cada aspecto. Tal vez lo más importante que te aporta este querer verdadero es que te motiva a cumplir con lo que dices que vas a hacer, muestra máxima de un querer poderoso y bien enfocado. Este es sano, potente e impulsará tu vida hacia las acciones más efectivas.
Tu querer debe ser auténtico, tu razón para crecer y lo tienes que cuidar. No permitas que se extravié en todos los caminos que hay. Siempre tiene que estar apuntando hacia la estrella del norte, siempre conociéndote a ti mismo y buscando eso que deseas. Te aseguro que encaminando bien tu deseo y liberándolo de ataduras innecesarias será tu mejor empujón para mejorar continuamente.
Imagen principal: Supushpitha Atapattu (Pexels).