Dos terremotos, el primero de una magnitud de 7.8 y el segundo de 7.5, han sacudido Siria y Turquía el lunes 6 de febrero. Se trata de un gran desastre humano a ambos lados de la frontera. El número de víctimas aumenta cada hora.
Desde el espacio se puede obtener información crucial para orientar las labores de socorro y la ayuda humanitaria para suministrar agua y alimentos, información que es inaccesible desde tierra, especialmente en catástrofes.
Los datos de satélite permiten cartografiar el estado de las carreteras, los puentes, los edificios y también –y esto es crucial– identificar a las poblaciones que intentan escapar de los efectos de posibles réplicas reuniéndose en estadios u otros espacios abiertos.
Un esfuerzo internacional
Con el fin de dirigir rápidamente la mirada de los satélites hacia las zonas afectadas, la Autoridad Turca de Gestión de Catástrofes y Emergencias (AFAD) solicitó la activación de la Carta Internacional sobre el Espacio y las Grandes Catástrofes a las 7:04 hora local. Las Naciones Unidas lo hicieron para Siria a través de Unitar, a las 11:29 hora local.
Mientras tanto, se programaron los satélites ópticos y de radar más adecuados de once agencias espaciales. En el caso de Francia, se trata de los satélites ópticos Spot, Pléaides y Pléiades Neo (resolución media, alta y muy alta), que proporcionarán mañana las primeras imágenes a su paso por la zona.
Los satélites equipados con radares complementarán la información de los satélites ópticos, ya que también operan de noche y a través de las nubes, y pueden obtener imágenes de corrimientos de tierras e incluso de cambios muy pequeños de altitud.
Cada año, millones de personas de todo el mundo se ven afectadas por catástrofes, ya sean naturales (ciclones, tornados, tifones, terremotos, corrimientos de tierras, erupciones volcánicas, tsunamis, inundaciones, incendios forestales, etc.) o provocadas por el hombre (vertidos de petróleo, explosiones industriales…). Desgraciadamente, la intensidad y frecuencia de estos fenómenos aumentan con el cambio climático, dejando a su paso cada vez más víctimas y destrozos.
Anatomía de un desastre
En el marco de la Carta Internacional sobre el Espacio y las Grandes Catástrofes, una catástrofe se define como un acontecimiento a gran escala, repentino, único e incontrolado, que provoca la pérdida de vidas humanas o daños materiales y medioambientales, y que requiere medidas urgentes para adquirir y proporcionar datos.
La Carta fue creada por el Centro Nacional Francés de Estudios Espaciales (CNES) y la Agencia Espacial Europea en 1999, a los que pronto se unió la Agencia Espacial Canadiense. Hoy, 17 agencias espaciales unen sus fuerzas para proporcionar imágenes por satélite gratuitas lo antes posible sobre zonas afectadas por catástrofes. Desde el año 2000, la Carta se ha activado 797 veces en más de 154 países. Desde entonces se ha complementado con iniciativas similares como Copernicus Emergency y Sentinel Asia.
Casi tres cuartas partes de las activaciones de la Carta se deben a fenómenos hidrometeorológicos: tormentas, huracanes y, sobre todo, inundaciones, que representan por sí solas la mitad de las activaciones. En estas situaciones de crisis imprevistas, cuando el terreno está dañado o inundado y las carreteras son intransitables, los recursos terrestres no siempre son capaces de analizar el alcance de la catástrofe y organizar los servicios de socorro y la ayuda humanitaria de la mejor manera posible. Al captar la situación desde el espacio a muy alta resolución, los satélites proporcionan rápidamente información crucial.
En algunos casos, la Carta no puede activarse. Ya sea porque el suceso queda fuera del ámbito de su aplicación (guerras y conflictos armados), porque las imágenes espaciales tienen a veces poco interés (olas de calor, epidemias) o porque los fenómenos evolucionan lentamente (sequías), lo que es incompatible con la noción de urgencia que constituye el núcleo de su misión.
Datos de satélite antes crisis en todo el mundo
En cuanto se produce una catástrofe, los satélites se programan para captar imágenes de las zonas afectadas en muy poco tiempo. Más de sesenta satélites, ópticos o de radar, pueden movilizarse en cualquier momento.
Dependiendo del tipo de catástrofe, se activan diferentes satélites, basándose en escenarios de crisis preestablecidos. Entre ellos: TerraSAR-X/Tandem-X, QuickBird-2, Radarsat, Landsat-7/8, SPOT, Pleiades y Sentinel-2.
Las imágenes ópticas son similares a las fotos vistas desde el espacio, pero las imágenes de radar, por ejemplo, son más difíciles de interpretar para los no iniciados. Por eso, tras la catástrofe, la información por satélite se procesa para hacerla inteligible y añadirle valor.
Por ejemplo, se transforma en mapas de impacto o cambios para el personal de rescate, mapas de alerta de inundaciones para la población y cartografía de zonas quemadas o inundadas con estimación de daños para los responsables de la toma de decisiones.
La colaboración entre los usuarios sobre el terreno y los operadores de satélites es esencial. Los avances se han logrado gracias a las innovaciones en las tecnologías de observación de la Tierra –sobre todo el rendimiento de las resoluciones ópticas: de 50 a 20 metros y ahora a 30 centímetros– y los programas informáticos de tratamiento de datos en 3D, pero también gracias al desarrollo de herramientas digitales que permiten acoplar los datos obtenidos por satélite y los obtenidos in situ.
Además, las necesidades sobre el terreno han contribuido a la evolución de los procesos de intervención de la Carta en cuanto a plazos de entrega y calidad de los resultados.
Reconstrucción tras las catástrofes
Por supuesto, la gestión de emergencias es esencial, pero es importante que todos los países afectados tengan en cuenta la reconstrucción y el futuro. En efecto, en el “ciclo del riesgo”, tras la catástrofe y la emergencia humanitaria, la vuelta a la normalidad dará inicio al tiempo de la reconstrucción, la resiliencia, la prevención y la alerta.
Las catástrofes no pueden predecirse, pero sí podemos prepararnos mejor para ellas, sobre todo en los países donde las desgracias son recurrentes. Algunas estrategias para ello son las construcciones antisísmicas, la reubicación de zonas habitadas en lugares seguros, la concienciación sobre técnicas de supervivencia y la creación de lugares de reunión seguros, entre otras.
Diversas iniciativas, denominadas observatorios de reconstrucción, se han llevado a cabo tras grandes catástrofes, por ejemplo en Haití en 2021, o tras la explosión de Beirut en 2019. El objetivo es planificar capturas coordinadas de imágenes de satélite que permitan una evaluación detallada y dinámica de los daños en las zonas más afectadas (edificios, carreteras, agricultura, bosques, etc.), supervisar la planificación de la reconstrucción, reducir los riesgos y controlar los cambios en un horizonte temporal de 3-4 años.
Emilie Bronner, Représentante CNES au Secrétariat Exécutif de la Charte Internationale Espace et Catastrophes Majeures, Centre national d’études spatiales (CNES)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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