La pandemia está dejando muchos efectos negativos en el corto plazo, pero creo firmemente que en el mediano y largo plazos también dejará efectos profundamente positivos en muchos aspectos de nuestras vidas, tanto en lo individual como en lo colectivo. Es el caso de cambios de comportamientos y acciones, por ejemplo, preferir comprar a proveedores locales, bajarle al consumismo desmedido, el trabajo remoto como práctica normal, el tránsito de muchas personas de la ciudad a la ruralidad, entre muchos otros.
Una de las dimensiones que más van cambiar, o al menos deberían hacerlo, es la forma en la que aprendemos, desarrollamos nuevas capacidades y habilidades, es decir, lo que hemos denominado educación.
Este cambio no debe ser solo un cambio de plataforma, pasar de la plataforma presencial del salón de clase a una virtual: la verdadera transformación de la educación será profunda, se empezará a consolidar una educación del siglo XXI para el siglo XXI en contraposición a la educación de siglo XIX, que vivió pocos cambios en el siglo XX y que en hasta la segunda década del actual aún se resistía a la transformación.
Pero más que quedarnos en la queja sobre el sistema educativo, en lo que ya muchos llevamos muchos años, es necesario pasar a la acción efectiva. Lo que estamos viviendo nos ha demostrado que debemos actuar ágilmente, que debemos dejar la retórica y pasar a la acción.
Estas son 7 transformaciones que propongo como apasionado por la educación, entusiasta aprendiz que sigue en la universidad y papá preocupado por la educación que recibirán mis hijas, pero no como experto:
1. Del conocimiento teórico a la acción efectiva
Debemos hacer que se aprenda a través del abordaje de retos reales, en lo posible aplicados y que resuelvan problemáticas del entorno. Aprender haciendo, como máxima.
2. Del conocimiento individual a las comunidades de práctica
En nuestra vida profesional, muy pocas veces trabajamos de forma individual. Los grandes proyectos se logran a través del trabajo colaborativo. Sin embargo, la mayoría de las actividades en colegios y universidades son unipersonales, hay una obsesión sin fundamento de la evaluación individual. Debemos hacer que las personas que están en procesos de formación generen comunidades vibrantes de aprendizaje, lo que se conoce como comunidades de práctica.
3. De conceptos generales al aprendizaje adaptado al contexto
Es necesario que la educación se conecte con el territorio donde se desarrolla. El aprendizaje basado en las realidades del contexto se hace fundamental, más en un país tan diverso socioculturalmente.
4. De contenidos planos a contenidos transmediales
Por mucho tiempo, el tablero y los contenidos en papel, libros y cuadernos fueron las plataformas esenciales de la educación, luego la gran evolución fue el proyector o ‘video beam’ para proyectar presentaciones planas, en muchos casos aburridas y mal diseñadas, con grandes cargas ilegibles de información. Nuestros días nos presentan una gran cantidad de plataformas y formatos que debemos aprovechar en las experiencias de aprendizaje, tales como infografías, memes, GIF animados y videos, entre muchos otros recursos que debemos integrar. Un buen ejemplo son las ‘stories’ en Instagram de la cuenta de Banco de República (@banrepcultural), que nos enseñan de forma divertida la historia de Colombia.
5. De contenido estático a toolkit para la acción
Más que contenedores de contenidos teóricos, se requiere de ‘cajas de herramientas’ que faciliten la aplicación del conocimiento cuando los estudiantes lo requieran.
6. De exámenes teóricos a evidencias tangibles del aprendizaje
Debemos acelerar la evolución de los métodos y modelos tradicionales de verificación de adherencia del conocimiento. Por siglos evaluamos la capacidad de memoria en el corto plazo, y ahora debemos desarrollar dinámicas inteligentes y en lo posible divertidas con las que los estudiantes demuestren que tienen la capacidad de aplicar realmente los conocimientos adquiridos.
7. De diplomas en papel del siglo XVII a insignias digitales
El diploma en papel como artefacto para demostrar conocimientos, habilidades o capacidades se vuelve cada vez más un objeto que posa en una foto el día de la graduación y luego es condenado a una vida eterna en un cajón, a excepción de los médicos, que en su mayoría siguen colgando en las paredes de sus consultorios hasta los diplomas de cursos de ortografía. En su reemplazo nacen, afortunadamente, las insignias digitales, que a diferencia de una simple hoja con firmas y sellos permiten tener información muy amplia de las características del certificado que la persona logró y tienen la propiedad de integrarse en plataformas como LinkedIn, red que se ha consolidado como el principal canal de búsqueda de talento humano por parte de las organizaciones. Para conocer más de las insignias digitales recomiendo consultar Acreditta.
Como lo indicaba antes, estos son solo algunos de los cambios a los que está llamada la educación, pero no son los únicos. En próximos artículos abordaré retos como el cierre de brechas, la necesidad de preparación de los padres de familia para afrontar su nuevo rol, y el cambio de mentalidad de docentes, directivos y gobiernos, entre muchos retos que nos trae la tercera década del siglo XXI y que se hicieron más evidentes gracias al COVID-19.
Por lo pronto, si a las 7 transformaciones que propongo quieren sumarles otras para crear un listado más concreto, los invito a que las compartan en Twitter con el hashtag #EducaciónDisruptiva, mencionándome (@JoleRestrepo) y a @ImpactoTIC.